El maestro reflexionaba:
La generosidad que busca la adulación
o la recompensa,
no es generosidad, es aprovechamiento.
La generosidad provechosa es secreta,
si no es secreta es aprovechada.
La generosidad que promociona
el interés del generoso, es más infame
que la cagada de un camello
sobre la cabeza de un sabio.
El generoso genuino se fusiona con la nada.
La nada es la alfombra que lo lleva a desaparecer
sin dejar el pringue del falso generoso.
De la generosidad se puede decir
lo que el rabino Canetti de Cuenca decía de la bondad:
“no admite disfraces y no tolera el aplauso”
Escriben bien los retóricos,
los gramáticos sin alma,
los administradores de las catástrofes cíclicas,
los secretarios de sus señorías,
los alumnos limosos del prestigio piramidal,
los escribas aduladores del poder sublime,
los reseñistas que perpetúan
los bostezos de la trilla meridional.
El retórico
construye un acueducto sin agua,
un aeropuerto sin aviones,
un libro de necias vacuidades.
No es suficiente escribir bien.
Es necesario una inteligencia
que sobrevuele por encima
del argumento y su gramática.
Los idiotas
también escriben bien.
Por eso el rabino Aira dejó caer:
“Hay que dejar que desfilen los oropeles
de la inteligencia, del valor aparente.
Hay que escribir mal para escribir bien”
El hombre viejo del banco público
le aconsejaba al joven que estaba a su lado:
Cuídate de los aduladores;
De los criados en la ostentación y el lujo;
De los seductores que te usan
como espejo de sus vanidades;
De la mujer que se mira en los escaparates
y no se preocupa de tu hacienda;
Del vecino que espía tu buzón
y de los altivos sin mérito
que mucho presumen y nada cumplen.
El joven seguía llorando por el dolor
de una novia recientemente perdida.
El hombre viejo le contó su historia de desamor
y acabó afirmando que, por su experiencia,
el tiempo lo cura todo.
El joven pensó: “a la mierda con el tiempo”
El hombre viejo pensó: “ya le llegará
el tiempo del tiempo”.
¿Y si la puerta abre otra puerta,
y esa puerta se abre y te deja
en la orilla de un desconsuelo?
-pasillos de puertas abiertas
barridos por vientos ajenos;
sucesión de puertas inciertas,
puertas que amortajan perplejos
asuntos de presión y niebla
que esconden al lobo imperfecto;
tu alma que se agita y se enerva
detrás de la puerta del miedo
y se paraliza y se inventa
lo que apenas oye, lo quieto
del corazón y la severa
caída del amor en seco,
sin raptos que traigan querencias,
sin voces que alejen los ecos,
sin limpios destinos, sin lentas
nubes que sueñen un verbo
claro, preciso, sin dilemas:
alciones gozando en su vuelo.
Las puertas cerradas revelan
el mudo clamor del silencio,
el fragor buscando respuestas
que jamás otorgan los cielos
Dijo el talmúdico rabino de la buena suerte:
Que tu alegría sea tan versátil
como las golondrinas cazando insectos.
Los insobornables puritanos
actúan como una piedra
sobre el caparazón de una tortuga,
añadiendo peso a los apesadumbrados.
Veloz por la avenida nocturna
de vuelta a casa después de una juerga,
se agradece el silencio y la soledad,
esas fórmulas de olvidar la vergüenza.
El hombre no debería apuntalar a su fantasma.
Ni gemir en medio de una noche de tormenta.
Ni dolerse ante la audiencia de la sensibilidad.
Ni in-sustanciarse para parecer humilde.
Ser humilde no es humillarse.
La lluvia tiene una diferente influencia
si cae sobre el mármol crepuscular
o sobre la tierra porosa,
así el amor,
infértil de paradigmas para unos,
llenos de cosechas oraculares para otros.
Al esconderse de la lluvia
el hombre encontró un refugio
lleno de alimañas
con las que aprendió
algunas tretas para sobrevivir
a los diluvios que circundan la vida.
La lluvia no moja al precavido
-dijo el discreto cazador de corales-
que multiplica su suerte por dos
y la ofrece a su esposa como una riqueza
regalada a los suburbios.
La lluvia levanta las tapas
de los desagües urbanos
y desata las risas
de los transportes públicos.
La lluvia, junto con la primavera,
inventó la filosofía
del eterno retorno.
Ardo en las contradicciones.
No tengo un deseo
tengo un bazar.
Odio y me olvido,
no puedo perder el tiempo.
Odio y perdono,
no soy puritano o integrista.
Soy lo más importante que conozco
después de ti y el hambre insaciable,
después del anochecer y su versión efímera.
La amistad es una moneda.
Con el paso del tiempo
se valoriza o se devalúa,
como la palmera del palmeral
cuando el viento no sopla a su favor.
Sin humor
ya te puedes ir labrando
un porvenir de asesino.
Hay que huir del peligro
tanto como de las tentaciones
-espejos enfrentados-
Huir siempre del ser humano, ser ajeno,
estar en prevención, vivir escondido;
De él, como del perro,
la sarna o la dentellada,
como del zorro, el engaño, la traición;
Tener su maldad congénita
bajo tu manto protector;
No perderle los ojos
a las serpientes venenosas,
ni a los animales que cocean.
Huir de las mujeres
que te hacen perder el sentido,
y no te ayudan a recuperarlo;
De las mujeres
que no te hacen perder el sentido
y administran mal tu hacienda
y te inducen
a la esclavitud de los deberes.
Para ellas es tan difícil encontrar
al hombre de su medida,
como para el hombre, encontrar la suya.
De este desencuentro de hombre y mujer
se derivan todos los males.
Quien lo encuentra, se encuentra,
y queda, por los dioses del azar,
bendecido hasta la muerte
y la memoria de la estirpe.
Para él sea la música de las aguas ufanas
La verdad es un camino de ida y vuelta,
por eso el rabino rabioso aconsejaba:
Estar siempre en disposición de desprenderse;
Que cuando se cierre una puerta y quedes en la calle,
aceptes tu destino de calle;
Ama tu esquina, tu rincón de costumbre,
tu porción de lluvia y frío, tu intemperie;
No dependas de la caridad del amo,
al que siempre le falta una r para ser amor;
Olvida el ego en cualquier estercolero
de las segundas oportunidades;
No tengas miedo de convertir una sala de espera
en una casa de paso, en un hogar de viento y marea,
en un festín de jilgueros liberados entre cerezos;
En general, no tengas miedo, domínalo antes de que te domine
y te lleve a comer hostias consagradas
a las fauces oscuras del túnel tabernario;
Ten despierto tu deseo para las mujeres que te deseen;
Entra en la autopista con la música dispuesta
para llegar a casa y dejar que el mundo siga
su tarea sensible.
Olvídate de mí. Yo siempre me desacredito para quienes
se hacen ilusiones conmigo.
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