igo el rumor de los pasos
por las esquinas del tiempo,
traen, tajantes soberbias,
desatada hambre de perros,
mecánicas y coléricas
dentadas ruedas sin freno
triturando a los humildes
con metálicos acentos,
espeluznante invasión
que llega -turba de insectos-
con afán de exterminar
las mariposas del sueño,
las rimas que de la vida
crean la fuerza del genio.
Respiran indiferentes
estos sátrapas del miedo,
arrancan de sus raíces
las cosechas y los nuevos
brotes de la juventud
que siempre entrega sincera
la coraza de sus cuerpos,
para luchar con el alma
contra tanto ensañamiento.
Nada nos será entregado
si no se exige primero,
la justicia necesaria
que redime a los infiernos
de ser ciudad de los vivos,
de ser ciudad de los muertos.
Cojan la verdad y limpien
el rostro del niño muerto,
vengan con todas sus almas
a pedir lo que era vuestro,
la salud que los ladrones
arrebataron al pueblo,
el oro que se expoliaron,
la virtud que nos cogieron,
venga el fuego contra el fuego,
la maldad ya sin descanso
pague por tanto desprecio,
devuelva lo que no es suyo
y compre con su dinero
el perdón de los pecados
el crimen de sus excesos
las pieles del latigazo
las llagas de sus incendios.
Se acabó ya de acatar
la ley del sufrimiento,
las órdenes que nos piden
obediencias y silencios,
la paciencia tiene el límite
del cristal de los espejos,
es delgada y no soporta
la sangre de sus reflejos
la mentira cegadora
su dolor más ceniciento,
las oblicuas intenciones
que llevan al matadero.
Ya es hora llegada, hora
de acabar con el invento
que nos hace sus esclavos
y nos deja en puros cueros,
yo me junto con ustedes
para acabar con los Cresos,
si las palabras no sirven
vengan los fuegos del fuego,
la bondad del corazón
empujada por los fierros.