Todo tiene el color de la manzana.
¿De dónde vienen tantas intemperies?
No será nunca para mí la bella
que desmiente el martirio de los días,
la hermosa de caminos nacidos para el sueño.
El amanecer es una promesa pascual y ecuménica.
El rapto oscuro ejerce la venganza.
Hay silencio, suaves arrullos, verdes ramas.
Todo tiene el color de la manzana.
Miro el color del limón en la ventana.
El comienzo siempre es una promesa del verano.
Nada caduca en el agua de la noche callada.
El rumor del alba pulsa las campanas de la paz.
¿Quién no oye la reparación del amor
en el primer café de la mañana?
Todo tiene el color del limón en la ventana.
Los soles cuadrados del cristal te llaman.
Incendian el color reposado de la madera.
La calidez interior es consecuencia de una hoguera
de leños que tú repones con tu fiera determinación
de ser el pulso armónico que te lleva más allá de la traición.
Y aunque nada sea del color de tu preferencia,
todos sus matices revelan una riqueza inagotable,
una ensenada de caminos que se abren al destino
que tú eliges, con toda la fortuna de la suerte que te aguarda.
Todo tiene el color del sol en la ventana.
El día es de católica majestad
en la autopista que borra
las huellas de la caravana,
tiene sorpresas de bullicios ordinarios,
de hábitos perfectamente ejecutados,
de cuarteados registros meticulosos
en su pérgola de viento soleado,
el mar intermitente te regala un velero,
el túnel se calla como un río
herido por la ceguera,
hay camellos que corren más que tú
en esta procesión de murciélagos insomnes,
no hay pérdida, no hay emoción, no hay vida,
hay servidumbre, hay eficacia, hay coste,
cuando lleguemos a la capital del mundo
lo celebraremos comprando un traje nuevo
para nuestro propio entierro,
pagaremos el tributo del práctico y meticuloso
gusano que nos orienta la vida,
hombres de muérdagos mudos.
No dirás nada que compunja
al dios del mediodía,
ni amortigüe el metal de la morgue
que amonesta la servidumbre de la nube.
Tu eres de la madera consumida
y elevada a la ceniza, así que,
¿Qué puedes decir en tu defensa
de solo flotabilidad,
sin tigre, sin cascada, sin mundo,
con solo una madre en tu doméstica lana
que dice tu nombre de muérdago mudo,
y busca protegerte del cuchillo etílico
de la manada?
El día se cierra en el estilismo pugilístico
de la mansión caída en desuso,
propicia a tener todas las de perder
ante un directo de crochet y desperdicio.
El beso perdido en la encrucijada,
el perfil cerrado de la crisálida,
los números que voltean en el sorteo
dictando la resolución de tu reflejo,
escenarios de prensa matutina
vertiendo su esclavitud de estaminas,
arrebato del pájaro en la sombra
cantando su perfil de paradoja,
el cielo contra tus ansias viajeras
rodando con los muertos que te llevan,
toma mis defensas en brazos de tus deseos
que ayer comían el pan ácimo de los reos,
la dimensión exacta de tu infortunio,
la rosa cumpliendo con el mes de junio,
la verdad predicando sus deberes
contra la voluntad de las cien veces,
las perezas, molicies, perreas, galvanas…
por no hacer no haces ni lo que te da la gana.
Son de plomo
algunos días
fundidos en la pereza.
Estos acordes dispersos
no construyen una canción.
Tampoco consiguen
pasar página.
Estoy más nublado
que el mismo cielo.
Yo lluevo, él no.
El gato ha intuido algo,
hace sus cosas
con una doble parsimonia.
Llama por teléfono
la solidaridad gremial
de la música.
“Mañana, claro, cómo no”.
Solo entrando en la música
puedo salir en cualquier sitio
donde no haya clemencia
para esta tapicería de cobalto.
Dudo sobrevivir en medio de una reyerta.
No me gustaría morir a manos de un cretino
por una improvisada pelea de necedades,
por una borrachera de confusiones,
por una resaca de mal sueño
en las barricadas de la suciedad,
pero veo que no sería lo suficientemente rápido,
que no sabría defenderme con la suficiente celeridad.
No sería contundente.
El pensamiento moral me retraería.
Ralentizaría el tiempo de reacción.
Querría dar una oportunidad al malevo.
Que se lo pensara.
Quizás pudiera convencerlo.
Pausar y ver
que es absurdo llegar hasta las últimas consecuencias,
que es estúpido morir por una imbecilidad.
Pero ese segundo de razón sería inútil
ante quien, en plena vorágine de adrenalina,
lanzaría la puñalada mortal, el cuchillo asesino.
Un segundo de razón inútil.
Un segundo para morir y perder la razón.
Un segundo para que la razón se vea, otra vez,
pisoteada por la reacción posesiva,
por la ciega necesidad de sobrevivir a toda costa.
La muerte es demasiado perentoria
en medio de una reyerta,
demasiado definitiva para mi gusto.
La palabra verdadera,
viene como un consuelo.
Es un pájaro que se posa un segundo
en la ventana, respira y se va.
Los seres alados siempre son perseguidos.
Todas las palabras son verdaderas.
El consuelo lo mueve el espíritu
que trae la verdad a la ventana de tu alma.
Un consuelo que no dura,
un mínimo fulgor de belleza,
un milagro que no acaba nunca
de entregar su riqueza.
Un consuelo que siempre huye,
como el pájaro que respira en tu ventana
y se va.
Los que se ofenden
con quíteme Ud. estas pajas
¡qué rémoras!
Los que se la cogen
con papel de fumar
¡qué sensiblados!
La vida está llena
de polvo, agua y barro
y vivir ensucia las manos propias
y salpica a las ajenas.
Corresponde lavarse todos los días,
regenerarse todos los días,
volver a empezar estrenando
los viejos pantalones de siempre.
Pero los hay que prefieren
mantener la mancha
en el traje del alma
para decirle al mundo
que fue motivo de una ofensa.
El supuesto ofensor, ni se acuerda.
Pero ellos prefieren dejar podrir el alma.
Y se creen dignos, los ofendidos
siempre se creen dignos, es decir,
los otros son indignos.
Qué superfluos. No saben
que la primera ley de la dignidad
es borrar la ofensa, revertirla
hacia la luz de la inteligencia,
hacia el consuelo del corazón.
Ni lo saben ni lo quieren saber.
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