El arte es, entre otras cosas, una solución a la necesidad que nace del espíritu expresivo del hombre.
Ante la falta de espacio para poder desarrollar obras de mayor tamaño, opté por juntar láminas de acuarela de 13,5×21 cm. de manera que sumando una tras otra forman un complejo apaisado de unas veinte láminas, dando la impresión de un horizonte. Así nacieron estos dibujos que usan tintas, acuarelas, rotuladores y lápices en una técnica mixta que viene dictada por una expresividad improvisada a la manera del jazz.
No hay en ellos una partitura previa sino un hacer continuo, como la línea de un sismógrafo que se mueve en función de la energía que va recogiendo a cada instante. Ninguno de los horizontes es igual al otro, salvo en la voluntad de querer ser diferentes. Siempre están en los inicios, siempre, con la poca memoria de la experiencia, son nuevos a cada momento. Los horizontes, como el jazz que los inspiran, son energía y color. Una devoción paciente que reza al silencio por la vida que aguarda en el recodo del camino, por la sed y la fuente que la sacia, por la redención de todos los errores.