Los rostros del mundo (98) Conversación I

CONVERSACIÓN

¿Qué fue del hombre sutil?
-Se murió.
¿Y aquel más grosero, experto en lides lumínicas?
-Se murió.
¿Y el deportista que cabalgaba 
          las olas aceradas del invierno?
-También se murió.
¿Y su madre que traducía al catalán
          todas las lenguas semíticas?
-También.
¿También qué?
-También se murió.
Tenía una novia bellísima, alumna de su madre,
          aventajada en el estudio del arameo 
         que hablaba Jesús.
-También se murió.
¿Y aquellas primas tan sensuales
           que nos visitaban en la mansión de verano?
-También se murieron.
¿Y aquel señor inteligente que inventó 
          aquella máquina de la metempsícosis?
-Ese sigue vivo, luchando 
          para que el Registro Mundial de Patentes
          le reconozcan la máquina que supera a la muerte.
¿Y nosotros?
-Quién lo sabe.

Los rostros del mundo (97) Soneto del silencio

SONETO DEL SILENCIO QUE SOLUCIONA 

He buscado tu rastro por las esquinas
del tiempo. He seguido las blandas huellas
de tus pasos. He vuelto a las tristes querellas
de tu recuerdo. Sombras, olvidos, ruinas 

que se ocultan en el alma. No adivinas
su remota virtud, ni el dolor de aquellas
mentiras, ni las orfandades donde sellas
tu muerte para siempre, donde declinas

las palabras del turbio conocimiento
que se escapa en el atropello que envuelve
la ignota realidad. Siempre en el intento,

siempre en la encriptada quimera que vuelve,
siempre en los inicios, donde el pensamiento
cesa y en el silencio, todo se resuelve.	

Los rostros del mundo (96) Soneto de la decisión vital

SONETO DE LA DECISIÓN VITAL 

No perder el tiempo en lamentaciones
Fuera resentimientos y mentiras
Fuera los relatos de obtusas miras
      que crean malestar y frustraciones.

Pasar, vivir al margen de opiniones
      nocivas, pensamientos bobos, iras 
      infecundas, cóleras donde inspiras
      la vulgar novedad de las pasiones.

Hallar la razón propia de insistir
      con lo poco que el gusto me regale,
      con la elección de ser y de sentir

      la alegría del alma que nos cale.            
El carisma que sabe decidir
      la versión de la vida que más vale. 

Los rostros del mundo (95) Soneto del camino

SONETO DEL INICIO DEL CAMINO


Si encuentras el principio, 
                                           el camino
te ofrece libertad de pensamiento,
horizontes de luz, abrazo lento,
aromas de lo humano y lo divino,

la suave plenitud de un aire fino
que limpia de sudor el casamiento,
el paso firme del desciframiento
que evita todo el mal del asesino.

En el principio del paso primero
se presiente la meta en lontananza,
la selva nos enseña su sendero.

La belleza parece que se alcanza,
se toca con el dedo del esmero,
imprime nuestro amor en su mudanza.

Los rostros del mundo (94) Soneto de la superación

SONETO DE LA SUPERACIÓN 

Sin duda te mereces el amor
de una nube, del pájaro que canta
en el bosque, del príncipe que espanta
la muerte, la serpiente y el dolor.

Te mereces sin duda el esplendor
de una vaca, la fuerza que levanta
montañas, la alegría que decanta
la sutil devoción del aspersor.

El sufrimiento crece en la maceta
de tu casa. Convierte la amargura
en el aire de una flor que supura
las heridas y cierra la maleta

del pasado en el sótano escondido
donde el bien se trabaja en el olvido.

Los rostros del mundo (93) Soneto del fin

SONETO DODECASÍLABO BLANCO

La muerte puede ser una redención.
Si la vida conlleva luchas e infamias,
la muerte es salvación y profunda paz,
la calma final que niega al enemigo.

Estamos atados a los enemigos.
Son tan nuestros como ellos son de nosotros.
Si el cerrado rencor es volcán convulso
nace la tentación de lanzarse al fuego.

Inmolarse en la revolución del fuego.
Grandes espíritus lo asumieron antes.
Vivir no tiene ningún sentido, acaso
lo tiene más la muerte que pone fin

al sufrimiento. Quienes aman el fin,
al fin verán su deseo satisfecho.

Los rostros del mundo (92) Los muertos I

LOS MUERTOS I

Los muertos se comunican con los vivos
desprendiendo rocas, 
      ramas de árboles ululantes,
haciendo caer andamios, cuadros, 
      lámparas, vasijas, jarrones heredados,
objetos perdidos, paraguas plegados, 
      calcetines viudos, voces fatídicas, 
ecos sin montañas.

Más que los signos o modos de comunicación
parecen atentados que atestiguan
su voluntad de que pasemos a su orilla.
Nos echan de menos 
      y quieren que nos muramos pronto.

Los rostros del mundo (91) Caracteres IV

CARACTERES III

Obeso de grasa y suficiencia,
es tan ignorante,
tan reverente,
que se permite dar lecciones
de arte y moralidad.

Este predicante del vicio
-erudito a la violeta-
amonesta a los otros:
Les pide una integridad
que él, no sólo no practica
sino que se cree ejemplar.

¡Qué vicario de una idea!
¡Hace lo contrario de lo que predica!

Si él no se diera importancia
¿Quién se la iba a dar?

Su esposa sumisa,
      sus perros elípticos,
sus gatos enamorados,
      los enanos de su jardín.

Los rostros del mundo (90) Caracteres III

CARACTERES II

Ampuloso de sí, y cicatero
      con el talento ajeno,

se encumbra, se estatúa, 
      se marmoliza, se atalaya,
se caballerea, se diploma de suyo propio,
      se somatiza.

El da la sombra,
      no la recibe.

Reparte dádivas 
de bondades peladillas

y aparece siempre 
      protagonizándose a sí mismo,
a la idea ideal de sí mismo,
      a lo que no es y quiere parecerse.

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