Mes: noviembre 2021
Romancillo del desgraciado
iempre a punto de ser un desgraciado. Dando tumbos y tumbos por cuesta abajo. Atado mentalmente de pies y manos, en el límite del mal sin declararlo, y con la soga al cuello del condenado. No me busqué la vida del desclasado, fue la santa sociedad quien me la trajo, ladré donde nací, perro marcado, me tendieron cadenas nunca la mano, cometí mis errores salí dañado. Nadie diga mi estigma que voy de paso, si las muertes ajenas son del pasado, yo nunca estuve allí no tengo un amo, me adjudican sus penas por un si acaso, que el miedo campa libre por todos lados. No pretendo el perdón no soy un santo. Si quieres ser el bueno pregunta al malo. La suerte es más esquiva que el leopardo que se acerca en sigilo para tu espanto. No hay prevención posible para el mal fario. Vivir donde nací tiene su estatus. Mi padre me tenía acogotado, mi madre me quería como a su gato, niños como gorruños todos hermanos, comiendo en la sopera como los sapos. Todas las casas guardan un condenado. Rodeado del vicio lo tienes claro: gallito de pelea o acorralado. La necesidad cruda viene apretando, todo tiene su truco y no hay más trato.
Romance de la fauna casera
ienes un perro malvado que te ladra por el alma y un grajo que de continuo chirría tu queja amarga; tienes un loro funesto con una sola palabra más propia de los prostíbulos que del orden de una casa. En las horas que meditas con tu sombra descansada escuchas a una cotorra que está siempre de parranda, más tonta que una botella, más cretina y más borracha. Tienes también un cilindro que martiriza a una rata dando vueltas a una noria con un sinfín que no para, y una avidez por los brillos que se roban las urracas por parecer que acumulan la prestancia de las damas. Y, ¡por dios! no diré nada de la fama de tu gata que se mete por el medio del amante que en tu cama pretende, sin conseguirlo, entrar en tierra sagrada que él defiende, sarraceno, con el sable de sus garras. Y qué decir de esa estirpe de serpiente que resbala por pasillos desolados hasta el fondo de la estancia donde sola se complace febrilmente y enroscada, una totémica bicha displicente y soberana. Tanta zoología libre va campando por tu casa que ya se oyen los tambores de la selva que te llama.