Romancillo del desgraciado

 iempre a punto de ser
un desgraciado.
Dando tumbos y tumbos
por cuesta abajo.
Atado mentalmente
de pies y manos,
en el límite del mal
sin declararlo,
y con la soga al cuello
del condenado.

No me busqué la vida
del desclasado,
fue la santa sociedad
quien me la trajo,
ladré donde nací, 
perro marcado,
me tendieron cadenas
nunca la mano,
cometí mis errores
salí dañado.

Nadie diga mi estigma
que voy de paso,
si las muertes ajenas
son del pasado,
yo nunca estuve allí
no tengo un amo,
me adjudican sus penas
por un si acaso,
que el miedo campa libre
por todos lados.

No pretendo el perdón
no soy un santo.
Si quieres ser el bueno
pregunta al malo.
La suerte es más esquiva
que el leopardo
que se acerca en sigilo
para tu espanto.
No hay prevención posible
para el mal fario.

Vivir donde nací
tiene su estatus.
Mi padre me tenía
acogotado,
mi madre me quería
como a su gato,
niños como gorruños
todos hermanos,
comiendo en la sopera
como los sapos.

Todas las casas guardan
un condenado.
Rodeado del vicio
lo tienes claro:
gallito de pelea
o acorralado.
La necesidad cruda
viene apretando,
todo tiene su truco
y no hay más trato.

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