EPIGRAMA 40 Vaya una ruina, la sátira. Vaya una pérdida de tiempo más patética. ¿Hay algo más idiota que estar pendiente de los idiotas? ¿Hay algo menos gracioso que hacerse el gracioso? ¿De verdad que no hay mejor manera de gastar el ingenio que disparar contra los malignos, los inmorales, los corruptos, los ladrones, los pérfidos, los abusones…? Gentes de la basura que dejan la mente ocupada en basuras, como esas trampas de liga: cogen al pájaro pero dejan pringadas las manos del cazador. ¿Acaso redimen de necedades al necio satirizado? ¿Al pervertido lo vuelven pudoroso las sátiras que lo señalan? ¿Mejoran la sociedad tanta diligencia por señalar al indecente? La sátira es un nido de moralidades, con mierda en los bordes. El sucio que ensucia. Andando por el borde de la estupidez corres el riesgo de hundirte en ella. Seguro que vale la pena arrancar las malas hierbas del huerto productivo. Un trabajo sin fin. Solo que aquí, no arrancas nada. La sátira está en la literatura, desde que el hombre comenzó a vivir en sociedades urbanas. Sociedad versus suciedad. Escribir sátiras es hacer labor de moralista basurero. Hasta aquí llegó mi trabajo de basurero de inmoralidades.
Tus lectores esperan nuevas creaciones.