Romance del que no sabe a dónde va (I)

¿ dónde va la gente
que no sabe dónde va?


Murciélagos oscurecidos
en las noches del palmeral,
despistados o parapléjicos
por las calles de la ciudad
buscando respuestas en sombras
que cierran las aguas del mar,
las claridades de la sangre
o los misterios de la paz.


¿A dónde va la gente
que no sabe a dónde va?


Cruzando las sendas del crimen
durmiendo en la piel del cristal
los rigores los van llevando
con toda probabilidad
a los martes del soliloquio
a los sueños de la verdad
donde toman las decisiones
los bardos del aire mental
que sufren eternos retornos
de fábulas sin caridad
como el viento de los sagaces
que destruyen la aldea y se van
o como el milagro del santo
que huyendo del cielo a pecar
lo encontró el dios del camino
y lo encerró en la soledad.


¿A dónde va la gente
que no sabe a dónde va?


La sinestesia de las brujas
y la entelequia familiar
en los círculos prepotentes
que viven de la vanidad
de querer ser lo que se quieren
sin que importe la realidad
de lo fatídico y errante,
del suplicio que volverá
a recordarnos que el dinero
es su fuente, su manantial,
la despensa de lo siniestro
sus espesos muros de sal.


Y a la gente la llaman pueblo
arcilla para modelar
los expertos en las mentiras
del arraigo sentimental
un barro triste y maleable
que quiere y se pone a cantar
las canciones del oprimido
que se deprime en el sofá
al ver, agridulce el anhelo,
que el sueño se puede tocar
como se tocan las materias
del hambre en el cuerpo espectral.

Romance de un paciente recién operado

 
ronto no te acordarás
 del nombre de tus amantes,
 poco a poco o de repente
 como un pájaro sin aire
 cayendo en las desoladas  
 metáforas del descarte:
 polvo en el polvo, ceniza
  y olvido, alma de embates
 para los días sin suerte  
 y sus destierros al margen;
 horas y horas vendidas  
 al solitario calambre
 de no recordar ya nunca
 el nombre de tus amantes.
 
 
 Será la prueba eficiente
 de que siempre fuiste nadie,
 de que ganó la miseria  
 la mano echada del naipe
 (ese albur de los destinos
 que arrastra sentencias graves),
 la partida que se juega  
 en laberintos de albares,
 en las brumas del afecto,
 junto al deseo de un hambre
 que recompense tu vida  
 de tan olvidar lo que amaste
 y deje que los desiertos  
 se pueblen de soledades.
 
 
 Y esa desdicha que viene  
 o ha de venir con un martes
 de tiempo que determine  
 una visión entrañable
 de una vida distinguida  
 como un pétalo que cae
 en el agua de una acequia  
 que corre entre palmerales,
 crecida por las sonrisas
 en las huellas de la sangre
 heredada por las ansias  
 de los ojos de mi madre,
 vida abierta a las alondras  
 sin miedo a que les disparen.
 
 
 Esa vida ha de ser vida
 (nada será como el antes)
 sin instancias de la muerte  
 sin sabores que te amarguen
 sin los miedos de las sombras
 sin las sombras aberrantes,
 sustentada por las vigas  
 elevadas por el arte
 elegida o regalada  
 por los dueños de las tardes
 que siembran las delicadas  
 semillas para que salves
 el valor de la verdad  
 la verdad de los desastres,
 leve de acontecimientos  
 limpio, sereno, elegante
 roto en la luz y encontrado  
 en el brillo de los árboles.
 
 

Romance de la imaginación

oy a dejar que los pies
se vayan adelantando.
La cabeza va después
con sueños de contrabando.


La salud es lo primero
y en la mente se alimenta.
No basta el ojo certero,
es el mito quien lo intenta.


Las bajas pasiones tienen
venenos de mundo lento,
derivas que no convienen,
vapores sin pensamiento.


El arco que tensa el cielo
tiene la fuerza de un brazo
que eleva la flor de un velo
en la fijeza de un lazo.


Tensión y temperamento
para subirme a la torre
del aire en el firmamento
que por la imago se corre.


Virtud y desenvoltura
se premian con la fiereza
del viento que por la altura
impulsa la sangre y reza.


Oraciones son palabras
dispuestas para la marcha,
mágicas abracadabras
que abren cristales de escarcha.


Y en el fondo debes hallar
ese tiempo que se eterna
en saber sin mancillar
el cristal de la lucerna.

Colegas laborales (Haikus arromanzados)

 Estos cretinos
con los que he compartido
tanto destino. 

Ignoran todo
cuanto no sea mamar
de cualquier modo.

Son los esclavos,
educados serviles
de otros esclavos.

Siguen cadenas
miserias circulando
por las sus venas.

Los maldicientes
se delatan por ser
tan reverentes.

Los mamarrachos
indignos mamelucos
de los despachos. 

Limpia pelotas,
mamporreros del basto
como las sotas.

En la encamada
sucios lobos vulgares,
siempre en manada.

La voz de su amo,
gregarios mantecosos,
bichos del ramo. 

No es necesario
insistir en el tema
del relicario.

No se merecen
que sus dioses los nombren
para que recen.   

Romancillo del perro liberado

   
n pie tras otro pie
Y un perro nazareno
Por caminos cerrados
Por caminos abiertos
Delante de los hombres
Jadeando va y contento.
 
Entra raudo en el río,
Desenvuelto y azuzado,
Sus propias decisiones
No requieren del amo
Órdenes ni collares
Cordeles ni mandatos,
Entra fresco en el río
Libre en su desacato.
 
Ama su sumisión
De perro consumado
Más llegado al arroyo
Se lanza sin recato
A las aguas revueltas
Como un jinete bravo
Entraría en batalla
Sin cuidarse del daño.
La fruición lo arrebata
Indócil más que sabio.

El gusto de vivir
El reto del asalto,
Lo lleva por la sangre
De rebelde callado
Sin pensar que después
Puede venirle un daño.
Su firme decisión
Se olvida del pecado.

Placer de insumisión
Placer de iluminado
Esos grandes placeres
Propios de los esclavos.

¡Qué importa! Si el instante
Se agranda eterno y ancho,
Y el tiempo ya no cuenta
Que cuenta ser sin amo
Un perro nazareno
Saliendo del sembrado
Por trochas renovadas
Senderos no trillados
Que todo es nuevo y sabe
A perfecto y soleado
Día de libertad
Día de nuevo estado
Día para vivir
Proscrito de los palos.

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