ente, primavera y dime dónde redimes tus sombras, por qué caminos te acercas trayendo luz a las hojas. Tú que tienes el secreto placentero de las bocas que cantan tan sin desmayo por los abriles que mojan, el agua de las corrientes, la santidad de las obras, el perfil de los que pierden las hebillas y las botas. Dime, idea perenne, tu secreto que retorna como asombro de los días, como el brillo de las joyas, por dónde van tus fulgores por dónde van tus estrofas, destrezas que nos despiertan los pulsos que nos arroban, el cuerpo de la verdad, y el alma de la memoria, los ríos que van preñados y el corazón que te nombra. Dime, que quiero tumbarme en el sueño en que reposas, junto al paso de tu estirpe y tu sangre que me acosa. Allí diré mi palabra heredera de tus obras, cantando con tu silencio el silencio de las sombras.
Mes: marzo 2021
Poemas Carcelarios 6 – día 239
Lo que yo creo Yo nunca aprendí a obedecer a mi madre. Yo nunca aprendí a querer a mi padre. Yo nunca aprendí la lección de la paciencia. Yo nunca he querido tener una familia. Yo no creo en dios ni en la madre que lo trajo. Yo no creo en los ángeles custodios del amor. Si alguien quiere explicarme qué es el amor, yo podría explicarle qué es el deseo. A dios no lo he visto en mi vida. Creo más en el diablo porque lo encuentro casi todos los días. Estoy harto de recibir órdenes y órdenes y órdenes. Solo quiero que me dejen en paz y que no me jodan. No quiero buscar otra manera de decirlo. Soy mejor que muchos de los que están fuera. No me cambiaría por ninguno de ellos. Hay fuerzas más fuertes que el fuego del infierno. No necesito cálidas palabras. Siento el impulso de hacer lo contrario de lo que me mandan. Es un llamado de la sangre al que no quiero renunciar. Todo me constriñe. Necesito desfogarme en completa libertad. El mundo es una melaza que me empasta el sabor. Hasta aquí llega mi poema o lo que sea y adiós
Poemas Policíacos 5 – día 238
La Delincuencia Alguna vez lo he pensado: Los delincuentes, esa masa, la delincuencia, son como un estrato de la sociedad, un pueblo con sus códigos culturales, sus fórmulas de comportamiento, su lengua específica, su identidad al margen, sus maneras de relacionarse, una dimensión compacta, con más entidad que una nacionalidad cualquiera, con más patria que una patria cualquiera, solo le falta el himno y la bandera y un territorio propio, aunque lo tiene dentro de propio territorio de un país cualquiera. Ellos están allí, entre medio del poder y la gente. El poder los usa para dar miedo a la gente. El capital los usa para vender cámaras, verjas, guardias de los almacenes, policías verdes, policías azules, de todos los colores, planes de pensiones, seguros de hogar, perros guardianes, perros asesinos, lugares para huir. ¿Me puedo imaginar un país sin delincuencia? Si, me lo puedo imaginar, un país sin delincuencia. Con algún ladrón, con algún asesino y poco más. Un país en que esos pocos individuos no formaran esa masa compacta y abrumadora llamada delincuencia. Claro que para eso, el poder no debería estar en manos de los mayores delincuentes, esos que propician la delincuencia como barrera.
Poemas Carcelarios 5 – día 237
El Perfume El crimen perfecto de la nostalgia. Hay dolor y muerte. Hay pasado. El cadáver es la desaparición que perdura en el tiempo con un aura dorada que envuelve las imágenes que se conservan en el sueño. Una presencia indefinida que gravita en la mente. Un recuerdo perfumado por una colonia evaporada. Volveremos una y otra vez a encender el fuego del hogar. A sentir el calor de aquel invierno quemándonos la piel en compañía. La muerte no desaparece nunca.
Poemas Policíacos 4 – día 236
El Rescate Conozco el miedo de la oscuridad, es el miedo de lo indeterminado, de lo imprevisto, del gato y sus tijeras. Sin ojos que avizoren, nunca sabes por dónde te atacan las garras, por dónde puede venir la dentellada. Hasta el más leve roce del ala de un murciélago bastaba para entrar en la asfixia agónica de la muerte inminente. Estuve en una mazmorra ciega. Cualquier ruido se agranda y te llena de espanto. Oía el metal oxidado de los cerrojos, un eco de laberintos con celdas de prisioneros. Oía el gemir de un moribundo. Oía el caminar seco del escarabajo. Oía la voz de mi madre diciéndome despacio “sal de ahí, sal de ahí” Oía a las águilas que movían el aire de las cumbres. Oía la respiración del mar y el rumor de las olas. Oía la risa de mi infancia junto al río y el coro de los juncos y los tamarindos. Y al fin, oí la voz de Dios que me dijo: "somos la séptima" “prepárate para el rescate”
Poemas Carcelarios 4 – día 235
Romance Le pegué dos puñaladas con pleno merecimiento, ni siquiera con diez vasos debe faltarme al respeto, aunque yo pueda ser pobre soy un hombre muy entero, la priva no es una excusa para faltarme al respeto, dijo lo que no debía yo no le debo dinero, sus palabras son ofensas por los diez años de encierro; mi mujer es una santa tengo dignidad y tengo fe en sus manos, en sus ojos, y amor seguro y del bueno, no necesito que nadie me venga con ningún cuento, mi mujer es una santa aunque tenga un hijo negro, diez años son muchos años para vivir un encierro, ella vivía por mí cuando yo ya estaba muerto.
Poemas Policíacos 3 – día 234
No quieras saber la verdad No tardé ni una semana en ser uno más de los mendigos desahuciados en el sucio callejón sin salida. No me costó, tenía cierta inclinación al abandono de toda esperanza. El jefe lo intuía, por eso me nombró para esa misión: “infíltrate y averigua quién los mata” Fue un descenso a un submundo, la cara oculta de la gran ciudad que miramos con asco a la luz del día, la frontera donde el hombre y la rata compiten por los mismo deshechos, donde la miseria es un hoyo en medio de la noche en el que se cae como la hoja inexorable del otoño. Por el súbito resplandor comprobé que la muerte salía del coche patrulla; que el disparo era el juego macabro de un policía psicópata, que tiraba al azar, con esa mezcla de aburrimiento y desprecio que se tiene por los mendigos degradados de un callejón sin salida. Esa era la solución. Y hubo otra, más definitiva para mí: el abandono de la que había sido mi profesión desde que la soñé en mi infancia. Había llegado a un límite. Una frontera líquida en la que los buenos -o los que trabajan para los buenos- pueden ser malos, y los malos, siguen siendo malos sin remisión. Saber la verdad, te cambia, aunque no quieras. Ahora soy libre para elegir mis propias misiones y cuando disparo, disparo convencido de la muerte que voy a convocar.
Poemas Carcelarios 3 – día 233
Una mujer Tengo ya diez hombres perdidos en el ocaso de su locura. A mi virginal entrega no le importaba ni el delito ni la cantidad. Imperceptibles, borrados, de paso en las hojas de mi conciencia, verlos caídos no me conforta. Todavía no sé de qué venganza se nutre este juego de eros que erosiona la solidez del hombre. Cuando pierda la belleza se acabará esta agónica espiral que gira hacia el vacío interior. Por ahora son diez, pero seguro que caerá algún pájaro furtivo con el rostro de los siglos oscuros y su obscenidad queriendo lamer mis labios de fervor y sangre entregada. Solo soy una mujer, pero no he venido a complacer a ninguna santidad, a ningún diablo.
Poemas Policíacos 2 – día 232
El eterno retorno La ciencia vive de la repetición. La medicina sabe qué es un hígado porque todos los hígados son iguales. Sus diferencias no importan. Una silla es una silla aunque se vista de mil diseños diferentes. Esto me recuerda a Platón. Los asesinos en serie son como los pescadores serios: vuelven a sus caladeros rentables. Improvisan lo justo para seguir llenando sus redes con buenas capturas, víctimas nuevas, nuevos cadáveres. A Sebastián lo cogimos en un acto de crimen reiterado. Ningún diario publicó ninguna noticia. Carmela disfrazada se paseaba a contra luz por la casa. Al verla, Sebastián pensó que tal vez no la había matado. Volvió al lugar del crimen y allí nos encontró preparados para arrestarlo. No es un tópico. Es verdad, los asesinos siempre vuelven al lugar del crimen. Tienen una vida cíclica, como las estaciones, como las cosechas y su eterno retorno. Vuelven para caer. Tal vez lo deseen.