
El paraíso se esconde en una casa. Deja fuera los cumplimientos, los vínculos, los excesos y la púrpura de las devociones. La invaden luces del bosque, iridiscencias del fondo marino, penumbras que atesoran el recogimiento de las ermitas. La casa que quiero no la quiere un rey. Está pulida por el silencio de las maderas. Contiene una penitencia imbricada de velas, libros y abalorios. Los juzgadores tienen prohibida la entrada. Tiene un piano destartalado que unas manos del siglo diecinueve cerraron para alimentar a las carcomas. Tiene muebles decantados por el respeto de los siglos. Tiene música en los pasillos de la memoria. Tiene un corazón escondido en la buhardilla donde una niña desnuda su sexo al ángel callado del espejo. Los vientos soplan a su alrededor y ululan como reconocimiento de su firmeza, los árboles montan guardia y rinden pleitesía, la luna luce como un amuleto, la ciudad duerme y yo la miro en la distancia. La casa que quiero no la quieren las señoritas finas, los virtuosos de los recibimientos alejandrinos, los elegantes servidores de la adrenalina, los señores ricos de las perversiones privadas, los sensibles hombres que se exclaman por la insidia de las espinas en los rosales. Mi casa está abierta y cerrada. El alma de la paz es su portero. Algunas veces, tal vez demasiadas, está indispuesto.



odo el mundo te lo dice
aunque nadie diga ná,
el silencio es tan espeso
que calla por no hablar.
Me pasé por la su calle
no lo puedo remediar,
ansias de verla me mueven,
no me la puedo quitar.
Niña de boca perversa,
blanca de sombra y coral,
que me quema los sentidos,
no lo puedo remediar.
Soy un caballo sin brida,
un desacato animal,
se agita toda mi sangre,
me balancea su mar.
Arderían las aceras
que llevan a su portal
si me reciben sus santos
si me dejaran pasar.
Se romperían los cielos,
triunfaría la verdad,
el mundo sería bueno
si yo lo pudiera amar.
Pero las almas traidoras
que fingen la libertad,
gritan contra mis senderos,
me incluyen en su maldad.
Pretenden domesticarme
pretenden me condenar,
pero yo sería salvo
si le diera por me amar.
Niña de boca perversa
hembra se sombra y coral
mi fuego en todas sus lunas
lunas de mi eternidad.




