La siesta es un nirvana portátil.
Entras en ella prendido de un globo
y sales iluminado por la desnudez
de Lucy, de pechos dorados,
de pechos tersos como sólo la juventud
sabe tenerlos.
No te atreves a abrir los ojos,
pero la taimada te dice:
“No te hagas el dormido, viejo. He venido
a cambiarme de ropa. Me voy.”
Seco como un palo seco,
cuando aún no he aterrizado.
“No hace falta que te levantes.”
-remata despejada de toda moral rudimentaria-
“Algún día volveré, pero ahora me voy,
que viene El Lobo”.
No estoy para nadie
hasta las 12 horas del mediodía.
No quiero que nadie interrumpa
mis ensoñaciones.
Nadie que me quite un segundo
de los pocos que tengo
para que me vengan las visiones que necesito.
Preciso de una pequeña eternidad
para procesar mi melancolía.
No tengo el alma para nadie
que no sea de mi propio olvido.
Queden fuera los que me traen recados,
facturas, buenas noticias, heraldos negros,
fabulaciones, corales, cretinos, cristales de Siam,
conquistadores de la metrópolis,
inspectores de la luz, hermanos de sangre,
noticieros de sándalos, mujeres sin bragas, ni eso.
Solo silencio de sendas que se adentran en el soliloquio.
La muerte en los talones y el desayuno, es el amor.
La milicia ardiente y el vaso roto, es el amor.
Entrar en los problemas y tomar el té, es el amor.
Ver correr a un corzo y llamar para decírselo, es el amor.
Media botella vacía y un corazón flotando, es el amor.
Sentir el tiempo que fluye sin hablar, es el amor.
Ser salino como un cristal líquido en la boca, es el amor.
Devolver las manzanas al peral, es el amor.
Coincidir en Paz y Ribeiro, es el amor.
La cosecha sitiada y el rapto caníbal, es el amor.
El sushi y las aceitunas aliñadas, es el amor.
La gramática perdida de las gramíneas, es el amor.
El deber cumplido de los perfumes, es el amor.
La espera a la salida de las prisiones, es el amor.
La música de jazz es, directamente, el amor.
Buscar un otoño para perderse, es el amor.
Dejar la nieve suspendida de los claustros, es el amor.
Permitir la libertad de las narices, es el amor.
La elegancia insumisa de la vida, es el amor.
El derroche de la risa y de la muerte, es el amor.
No saber nada del amor, es el amor.
Nosotros somos unos auténticos ignorantes del amor
El mismo hombre tiene
Dos pies en cada casa
Una para el amor
Otra pa la nostalgia.
Arbolé, arbolé,
seco y verdé.
La mujer también tiene
Un corazón con ganas
Rojo para la noche
Fresco para la cama.
Arbolé, arbolé,
seco y verdé.
Por mucho que se buscan
Se encuentran en la nada,
Rumor cerca del mar
Música en la montaña.
Arbolé, arbolé,
Seco y verdé.
A la fe le falta fe, al café, café.
A la sal le falta sal, al aval, aval.
Al ciempiés le faltan pies, a la mies, mies.
A la ley le falta ley, al rey, rey.
A la sombra le falta sombra, a la comba, comba.
Al fervor le falta fervor, al dolor, dolor.
Ronda, ronda, morena, con amor
Quítate tu, salada, que me pongo yo.
A la carne le falta carne, al hombre, hambre.
A la ciencia y la conciencia, paciencia y paciencia.
Al peso le falta paso y al tieso, ni caso.
A la edad le falta edad, a la verdad, verdad.
A la lluvia le faltan aguas y a las aguas, paraguas.
A la pasión le falta pasión, al corazón, corazón.
Ronda, ronda, morena, con amor
Quítate tú, salada, que me pongo yo.
Ir y venir
El amor tiene un precio
Ir y venir
Del cielito al infierno.
Ir y venir
De palabra a palabra
Ir y venir
Silbo de la montaña.
Ir y venir
Corazón subyugado
Ir y venir
Con sombrero y descalzo.
Ir y venir
Bailando en la mente
Ir y venir
Con la frente caliente.
Ir y venir
Inventando un vestido
Ir y venir
Con los pies en el río.
Ir y venir
De tu casa a la mía
Ir y venir
Como sangre en la espina.
Ir y venir
Con deseo ferviente
Ir y venir
Empujando a la suerte.
No era solo su forma de correr,
todo piernas desgarbadas,
era su deseo de llegar.
No era solo su forma de llegar,
más aleteo de garza que paso de gacela,
era su deseo de arrojarse.
No era solo su forma de arrojarse,
hojas de acanto bajando del templo,
era su confianza ciega en ser recogida.
Dolor, última forma del amor.
Pedro Salinas
Todos los viajes se realizan tres veces:
el primero cuando se sueña,
el segundo cuando se hace,
el tercero cuando se recuerda.
Así el amor que se vive cuatro veces:
el primero cuando palpita en la incertidumbre,
el segundo cuando llena la boca de fresas desatadas,
el tercero cuando melancoliza las horas de la ausencia,
el cuarto cuando la ruptura es abismo insalvable
y se hace dolor.
Decir amor y dejar todo por hacer
Ya entrar en los subterfugios de la avena
Ya dormir en la creencia del maná
Ya ser el regalo de la caravana ciega
Ya el espejismo que nos desvía la mirada
Ya el canon de la inteligencia pavorosa
Ya la maleta con el cepillo de dientes
Ya el averno cambiando sus manteles
Ya la cólera entrando en el valle
Ya la malaquita adornando tu cintura
Ya la virtud bailando en su hoguera
Ya la necesidad como un torno de mariposas
Ya tus pies de castañas y magnolios
Ya el refrán hallando su salitre
Ya la noria cantando sus renuncias
Ya el enemigo levantando sus tapias
Ya el beso encendiendo montañas
Ya la sombra persiguiendo la demencia
Ya el retorno del relámpago insomne
Ya el capricho del halcón deslumbrante
Ya la crisálida en el ojo del búho
Ya el búho en la maceración del tiempo.
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