Queden atrás las lluvias perniciosas las inundaciones devastadoras las memorias perturbadas las mentiras seductoras las palabras imprecisas las definiciones reductoras las poéticas impropias las sentencias redentoras las intenciones imprecisas las artimañas delatoras las consignas podridas las políticas aterradoras las máquinas demoradas las lentitudes corruptoras los desmanes oxidados las perversiones sonoras los crímenes perfectos la desolación de las auroras el amor que no se entrega el tiempo doloroso de las horas.
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El búho – día 26
Al atardecer, un búho sobrevoló nuestras cabezas, casi las rozó. La Pitonisa nos auguró un futuro de conocimiento y sabiduría. No tenemos una vida de conocimiento y sabiduría. Bastó la anunciación y su buena voluntad para que la pasada del búho nos iluminara. No necesitamos más que el buen deseo para tener una vida buena
El emboscado – día 25
El emboscado preserva la fe de la materia, la visión del sol en los helechos, el festejo callado de la alegría, la almendra sagrada para los inviernos del alma. Esconde su rostro en los reflejos del ocaso para no confundirse entre los rostros que peregrinan hacia la multitud gregaria de la devoción insana. Persigue la austeridad del pan, la claridad del agua, el recogimiento de la hoguera, la vida al margen de las políticas salvadoras, de las consignas agónicas.
Isla – día 24
Bajo los pies de la nieve emergía una isla donde los corales del sueño murmuraban su esplendor cristalino, su decadencia imperial.
Grillos – día 23
Los grillos son lámparas de sonido que se encienden en la noche estival de la memoria. Grillos inmortales de Atenas, ya desde el atardecer, las sonorizadas palabras de Sócrates, que no veía nunca la hora de volver a casa para la cena.
Esa fuerza – día 22
Para Anne Carson Vi la sombra del mar esta mañana. Paseaba pensando que el amor es la elección de lo bueno. El mar arropaba la orilla como una monja solícita entre el deber y la devoción. La elección, instinto y voluntad, deja huellas en la arena del alma. Los pasos decididos de la continuación que no quiere cesar. Ser campana de resonancias, esa fuerza.
Nada que hacer – día 21
Para Anne Carson Compagina las gafas con las maneras de ver el prisma perdido en el fondo de la laguna. Nada que hacer sólo temblar entre el frío del árbol que resiste y el rumbo del prisma en el declive del otoño. Nada que hacer sólo asistir a las facetas talladas que siguen la luz de los deslumbres, de las cegueras. Nada que hacer salvo la salvación sonora que respira la salud del animal y las estrellas.
Sin puerto alguno – día 20
Para Anne Carson Tras la deuda saldada por la fiebre nocturna de la mano siniestra aparece, con su figura de retórica callada, un hombre empuñando una aguja con intención de clavársela en su propio corazón atormentado, por no hallar un puerto de líneas claras entre la niebla, por no hallar la mansedumbre del pan, por no hallar el sueño de la sanación, por hallar la cancela cerrada.
Siempre en los inicios – día 19
Vivir siempre en los inicios. En la emoción primera que brota, -agua fresca- de la mirada que estrena el mundo. Vivir siempre en los inicios, antes de que lleguen las plagas y los vertederos, las consignas y los inquisidores. Vivir siempre en los inicios. Mirarte, como la primera vez, -expectante, ilusionado- sintiendo cómo la suerte entra por los pulsos de mi cuerpo, por las fibras de mi alma. Vivir siempre en los inicios.