Dijo el talmúdico rabino de la buena suerte: Que tu alegría sea tan versátil como las golondrinas cazando insectos. Los insobornables puritanos actúan como una piedra sobre el caparazón de una tortuga, añadiendo peso a los apesadumbrados. Veloz por la avenida nocturna de vuelta a casa después de una juerga, se agradece el silencio y la soledad, esas fórmulas de olvidar la vergüenza. El hombre no debería apuntalar a su fantasma. Ni gemir en medio de una noche de tormenta. Ni dolerse ante la audiencia de la sensibilidad. Ni in-sustanciarse para parecer humilde. Ser humilde no es humillarse.
Mes: abril 2021
Poemas Talmúdicos 8 – día 252
La lluvia tiene una diferente influencia si cae sobre el mármol crepuscular o sobre la tierra porosa, así el amor, infértil de paradigmas para unos, llenos de cosechas oraculares para otros. Al esconderse de la lluvia el hombre encontró un refugio lleno de alimañas con las que aprendió algunas tretas para sobrevivir a los diluvios que circundan la vida. La lluvia no moja al precavido -dijo el discreto cazador de corales- que multiplica su suerte por dos y la ofrece a su esposa como una riqueza regalada a los suburbios. La lluvia levanta las tapas de los desagües urbanos y desata las risas de los transportes públicos. La lluvia, junto con la primavera, inventó la filosofía del eterno retorno.
Poemas Talmúdicos 7 – día 251
Ardo en las contradicciones. No tengo un deseo tengo un bazar. Odio y me olvido, no puedo perder el tiempo. Odio y perdono, no soy puritano o integrista. Soy lo más importante que conozco después de ti y el hambre insaciable, después del anochecer y su versión efímera. La amistad es una moneda. Con el paso del tiempo se valoriza o se devalúa, como la palmera del palmeral cuando el viento no sopla a su favor. Sin humor ya te puedes ir labrando un porvenir de asesino.
Poemas Talmúdicos 6 – día 250
Hay que huir del peligro tanto como de las tentaciones -espejos enfrentados- Huir siempre del ser humano, ser ajeno, estar en prevención, vivir escondido; De él, como del perro, la sarna o la dentellada, como del zorro, el engaño, la traición; Tener su maldad congénita bajo tu manto protector; No perderle los ojos a las serpientes venenosas, ni a los animales que cocean. Huir de las mujeres que te hacen perder el sentido, y no te ayudan a recuperarlo; De las mujeres que no te hacen perder el sentido y administran mal tu hacienda y te inducen a la esclavitud de los deberes. Para ellas es tan difícil encontrar al hombre de su medida, como para el hombre, encontrar la suya. De este desencuentro de hombre y mujer se derivan todos los males. Quien lo encuentra, se encuentra, y queda, por los dioses del azar, bendecido hasta la muerte y la memoria de la estirpe. Para él sea la música de las aguas ufanas
Poemas Talmúdicos 5 – día 249
La verdad es un camino de ida y vuelta, por eso el rabino rabioso aconsejaba: Estar siempre en disposición de desprenderse; Que cuando se cierre una puerta y quedes en la calle, aceptes tu destino de calle; Ama tu esquina, tu rincón de costumbre, tu porción de lluvia y frío, tu intemperie; No dependas de la caridad del amo, al que siempre le falta una r para ser amor; Olvida el ego en cualquier estercolero de las segundas oportunidades; No tengas miedo de convertir una sala de espera en una casa de paso, en un hogar de viento y marea, en un festín de jilgueros liberados entre cerezos; En general, no tengas miedo, domínalo antes de que te domine y te lleve a comer hostias consagradas a las fauces oscuras del túnel tabernario; Ten despierto tu deseo para las mujeres que te deseen; Entra en la autopista con la música dispuesta para llegar a casa y dejar que el mundo siga su tarea sensible. Olvídate de mí. Yo siempre me desacredito para quienes se hacen ilusiones conmigo.
Poemas Talmúdicos 4 – día 248
Para evitar las malas cosechas se aconsejan estos proverbios de la experiencia neolítica: No entierres ningún animal doméstico en la tierra preparada para la siembra; No cerques tus tierras con higueras, reserva una para dar sombra a tu casa; Recibe los rubís de los granados a la orilla de los caminos; No te prives del agua, tu eres tu propia cosecha; Haz trabajar a tus demonios a favor de tus promesas incumplidas; Restituye y conserva las semillas, ellas son el don irrenunciable. Otros añaden: Quienes no cuiden su propia tierra no comerán en los malos tiempos.
Poemas Talmúdicos 3- día 247
De los crepúsculos se han dicho seis cosas: Orientan el crecimiento de las montañas; Regalan éxtasis de fortuna diversa entre los adictos a la melancolía; Ayudan a comprender la belleza destructiva del fin del mundo; Comunican horizontes a la comunidad extrema de los hombres serenos; Diversifican la suerte de los muertos antes de partir; Elevan la certidumbre al nivel de la incertidumbre. Y algunos añaden: Morir lejos de casa añade extrañeza a la extrañeza, pero el crepúsculo, como un agua de luz, la apacigua.
Poemas Talmúdicos 2- día 246
En una hoja apócrifa de un libro de Jabès que no llegó nunca a ver la luz de las imprentas, se leen estos versos referidos a los riesgos morales: Las pruebas del destino no son en vano; Los animales que te acompañan en el sufrimiento también necesitan tu compasión; Aprovecha el dolor ajeno para adelgazarte con el dolor propio; No practiques la fornicación en presencia de tus invitados; Procura no darte un golpe en la cabeza con el tronco de una higuera; No corras, es de cobardes, pero date prisa, es de diligentes; Si aceptas el dinero de la corrupción no admitas la traición de tus principios. No comas mucho pan, guarda un poco para los que te acompañan, gorriones y hormigas. Las pirámides, que te preservan del desierto, conectan a los muertos con sus dioses, y a sus dioses, con el polvo y la nada. Solo hay un dios verdadero que no conoces. Él te conoce. No te creas importante.
Poemas Talmúdicos 1- día 245
Del agua del mar se han dicho cinco cosas: Que cura las heridas de los cuchillos oxidados; Que desprende las costras que provoca el sol en la cabeza de sus adoradores; Que refleja el espejo de la luna en el rostro de los adolescentes acongojados; Que disgusta a las caballerías sedientas del desierto: Que arde en el suspiro de los barcos que huyen del horizonte común a la aventura personal. Algunos también añaden que corroe las construcciones de la avidez, de los especuladores de las pasiones ajenas.