Todo tiene el color de la manzana. ¿De dónde vienen tantas intemperies? No será nunca para mí la bella que desmiente el martirio de los días, la hermosa de caminos nacidos para el sueño. El amanecer es una promesa pascual y ecuménica. El rapto oscuro ejerce la venganza. Hay silencio, suaves arrullos, verdes ramas. Todo tiene el color de la manzana. Miro el color del limón en la ventana. El comienzo siempre es una promesa del verano. Nada caduca en el agua de la noche callada. El rumor del alba pulsa las campanas de la paz. ¿Quién no oye la reparación del amor en el primer café de la mañana? Todo tiene el color del limón en la ventana. Los soles cuadrados del cristal te llaman. Incendian el color reposado de la madera. La calidez interior es consecuencia de una hoguera de leños que tú repones con tu fiera determinación de ser el pulso armónico que te lleva más allá de la traición. Y aunque nada sea del color de tu preferencia, todos sus matices revelan una riqueza inagotable, una ensenada de caminos que se abren al destino que tú eliges, con toda la fortuna de la suerte que te aguarda. Todo tiene el color del sol en la ventana.
Mes: enero 2021
Autopista – día 179
El día es de católica majestad en la autopista que borra las huellas de la caravana, tiene sorpresas de bullicios ordinarios, de hábitos perfectamente ejecutados, de cuarteados registros meticulosos en su pérgola de viento soleado, el mar intermitente te regala un velero, el túnel se calla como un río herido por la ceguera, hay camellos que corren más que tú en esta procesión de murciélagos insomnes, no hay pérdida, no hay emoción, no hay vida, hay servidumbre, hay eficacia, hay coste, cuando lleguemos a la capital del mundo lo celebraremos comprando un traje nuevo para nuestro propio entierro, pagaremos el tributo del práctico y meticuloso gusano que nos orienta la vida, hombres de muérdagos mudos.
Noche de boxeo – día 178
No dirás nada que compunja al dios del mediodía, ni amortigüe el metal de la morgue que amonesta la servidumbre de la nube. Tu eres de la madera consumida y elevada a la ceniza, así que, ¿Qué puedes decir en tu defensa de solo flotabilidad, sin tigre, sin cascada, sin mundo, con solo una madre en tu doméstica lana que dice tu nombre de muérdago mudo, y busca protegerte del cuchillo etílico de la manada? El día se cierra en el estilismo pugilístico de la mansión caída en desuso, propicia a tener todas las de perder ante un directo de crochet y desperdicio.
Las acrobacias del sándalo – día 177
El beso perdido en la encrucijada, el perfil cerrado de la crisálida, los números que voltean en el sorteo dictando la resolución de tu reflejo, escenarios de prensa matutina vertiendo su esclavitud de estaminas, arrebato del pájaro en la sombra cantando su perfil de paradoja, el cielo contra tus ansias viajeras rodando con los muertos que te llevan, toma mis defensas en brazos de tus deseos que ayer comían el pan ácimo de los reos, la dimensión exacta de tu infortunio, la rosa cumpliendo con el mes de junio, la verdad predicando sus deberes contra la voluntad de las cien veces, las perezas, molicies, perreas, galvanas… por no hacer no haces ni lo que te da la gana.
Son de plomo – día 176
Son de plomo algunos días fundidos en la pereza. Estos acordes dispersos no construyen una canción. Tampoco consiguen pasar página. Estoy más nublado que el mismo cielo. Yo lluevo, él no. El gato ha intuido algo, hace sus cosas con una doble parsimonia. Llama por teléfono la solidaridad gremial de la música. “Mañana, claro, cómo no”. Solo entrando en la música puedo salir en cualquier sitio donde no haya clemencia para esta tapicería de cobalto.
Reyerta – día 175
Dudo sobrevivir en medio de una reyerta. No me gustaría morir a manos de un cretino por una improvisada pelea de necedades, por una borrachera de confusiones, por una resaca de mal sueño en las barricadas de la suciedad, pero veo que no sería lo suficientemente rápido, que no sabría defenderme con la suficiente celeridad. No sería contundente. El pensamiento moral me retraería. Ralentizaría el tiempo de reacción. Querría dar una oportunidad al malevo. Que se lo pensara. Quizás pudiera convencerlo. Pausar y ver que es absurdo llegar hasta las últimas consecuencias, que es estúpido morir por una imbecilidad. Pero ese segundo de razón sería inútil ante quien, en plena vorágine de adrenalina, lanzaría la puñalada mortal, el cuchillo asesino. Un segundo de razón inútil. Un segundo para morir y perder la razón. Un segundo para que la razón se vea, otra vez, pisoteada por la reacción posesiva, por la ciega necesidad de sobrevivir a toda costa. La muerte es demasiado perentoria en medio de una reyerta, demasiado definitiva para mi gusto.
La palabra verdadera – día 174
La palabra verdadera, viene como un consuelo. Es un pájaro que se posa un segundo en la ventana, respira y se va. Los seres alados siempre son perseguidos. Todas las palabras son verdaderas. El consuelo lo mueve el espíritu que trae la verdad a la ventana de tu alma. Un consuelo que no dura, un mínimo fulgor de belleza, un milagro que no acaba nunca de entregar su riqueza. Un consuelo que siempre huye, como el pájaro que respira en tu ventana y se va.
La ofensa – día 173
Los que se ofenden con quíteme Ud. estas pajas ¡qué rémoras! Los que se la cogen con papel de fumar ¡qué sensiblados! La vida está llena de polvo, agua y barro y vivir ensucia las manos propias y salpica a las ajenas. Corresponde lavarse todos los días, regenerarse todos los días, volver a empezar estrenando los viejos pantalones de siempre. Pero los hay que prefieren mantener la mancha en el traje del alma para decirle al mundo que fue motivo de una ofensa. El supuesto ofensor, ni se acuerda. Pero ellos prefieren dejar podrir el alma. Y se creen dignos, los ofendidos siempre se creen dignos, es decir, los otros son indignos. Qué superfluos. No saben que la primera ley de la dignidad es borrar la ofensa, revertirla hacia la luz de la inteligencia, hacia el consuelo del corazón. Ni lo saben ni lo quieren saber.