Vientos contrarios – día 48

Las habilidades
      ganadas durante años de práctica,
se pueden perder
      en un instante…
y no me refiero a la muerte.
 
Los vientos contrarios
que traen la demencia, el accidente vascular,
la ausencia de oxígeno,
silenciosos asesinos que no matan,
que acercan tu alma de animal semoviente
      al limitado vegetal que respira,
esos vientos
te dejan suspendido en la decrepitud
de una higuera seca,
que vive, pero no da frutos.
 
Los vientos contrarios son muchos,
la muerte sólo una.
De ahí la tentación de la muerte,
el único camino
de la solución final
de todas las contrariedades insufribles




      

Lógica – día 47

Todas las noches de aquel verano
salía a pasear circunvalando el camping.
En la zona más apartada y oscura
del paseo se juntaban algunas ratas
que se dispersaban a mi paso y volvían
a juntarse cuando me alejaba.
No sé lo que estarían royendo
pues trataba de alejarme deprisa
por el asco que me daban.
Un día dejé de ver ratas y empecé a ver gatos,
casi todos negros.
Al principio eran dos, a los pocos días
eran ocho, cuando quise darme cuenta eran
más de veinte. Un espectáculo espeluznante.
Una versión gatuna de Los pájaros.
He de reconocer que llegué a pasar miedo.
Los primeros días, los gatos se apartaban a mi paso.
Después, ocupaban el paseo y no se movían
del sitio y era yo el que buscaba un escape.
Los gatos, impasibles, me miraban como diciéndome:
tienes miedo, y en verdad
un escalofrío me recorría la espina dorsal.
 
Decidí no volver a pasar por el mismo sitio.
Evitaba esa parte de la circunvalación. Veía los gatos
desde otra esquina del recorrido, hasta que un día
dejé de verlos. Encurioseado, volví al antiguo camino.
Efectivamente, ya no había ningún gato.
Había un perro, un rottweiler que me miró
como diciéndome, tienes miedo, y en verdad
se me puso la piel de gallina. Días más tarde,
había una jauría de perros de mil leches diferentes.
Una manada en busca de un destino.
Volví a la alternativa del paseo que encontré
en mi primera huida, hasta que un día
dejé de ver perros. Tal vez aún conservaba
un poco de curiosidad, pero mi lógica deductiva
me decía que no entrara en esa parte del paseo.
Siguiendo la cadena propia de los test de inteligencia,
después de los perros, pensé, debe haber un tigre.
Las ratas, los gatos y los perros aún se piensan
lo de atacar a un hombre, pero un tigre no.
Así que salí pitando hasta la recepción del camping
y avisé a los guardias.
Pero hombre, -me dijeron-
¿Cómo va a haber un tigre? ¿de dónde quiere Ud. que salga
un tigre, aquí en Cambrils, destino turístico universal?
Pedí la cuenta. No iba a permanecer ni un minuto más
en este lugar de gente tan ilógica.

      

Juan Marsé – día 46

Si quieres ser un hombre amable aléjate de la gente.
Sobre todo de los aduladores. Su amor es seco.
Viene con alas decadentes, con sonrisas de fámulo,
las fingidas que se fungen con la sangre de los hechos.
 
Yo soy un hombre de palabras libres, sanas, sin eco.
No me gustan los gansos que nadan y guardan la ropa.
No puedo evitar entrar en controversias y conflictos
con todos los garrapas que viven de la sopa boba.
 
Hay que defenderse de la tristeza de nos arropa
en las madrugadas sin esperanza de los talleres,
de los tópicos que se crecen en las falsas confianzas
que enarbolan banderas contrarias a lo que parecen.
 
Soy fiel a mis amigos. Sus deberes son mis deberes.
Ellos me acompañaron en la vida y más, en la muerte.
Soy y no soy el que habla en mis libros. Mi imaginación
es verdad. No he tenido necesidad de estar presente.
 
Las mentiras vienen sin que las llame la mala suerte.
La realidad admite todas las representaciones,
pero las que fuerzan la máquina de los melodramas
y lloran aquello que ya no sufren, nos hacen peores.
 
El escepticismo reboca el sentir de mis visiones.
Los listos que nos prometen el paraíso o la luna
pretenden ser lo que no son: valientes y generosos.
Gentes trapaceras que no enseñan sus manos desnudas.
 
Los versos nunca se me dieron bien. Tuve la fortuna
de tratar a los mejores poetas de aquellos días
de miseria y negación. De sus ejemplos aprendí
que la prosa malea los sueños de la poesía.
 
Oigo las palabras como el músico sus melodías,
una y otra vez, hasta que el acorde más afinado
vierte la intuición en acierto. En el trabajo lento
madura todo, desde la compasión hasta el sarcasmo.

      

El asesino – día 45

Un asesino a sueldo
recorre las calles vacías
de la ciudad.
Tiene un propósito firme y decidido
y va a cumplirlo irremediablemente.
Una vez tomada la decisión,
ya no hay vuelta atrás.
Cuando llega a la puerta de cristal
llama con una pauta regulada,
una percusión de consigna.

La mujer de la bata blanca
      le da la bienvenida.
-Buenos días señor López,
pase por favor a la salita.
La salita está vacía, como había pactado.
Hay una pantalla de televisor apagada.
Revistas de actualidad mental.
Hay un reloj de cuco que no canta.
Publicidades bien ordenadas.
La consulta era solo para él.
La discreción tiene un precio
que él no dudó en pagar.
Lo llamarán de inmediato.
Está nervioso como una primera vez.
      

Palabras – día 44

Palabras rebotando,
buscando su huella
efímera de significados,
 
más allá de la evidencia,
siendo ellas mismas,
evidencia, paradoja, libertad.
 
Palabras, heridas,
palabras, ungüentos,
palideces paliativas
de la extrañeza en la mirada,
de la distancia insondable,
de la ajenía del mundo,
de las consecuencias esquinadas
que te aguardan
      en los sustratos del tiempo.

Metafísica del Bol de Avena – día 43

La inteligencia entra en la selva
      y sale.
La sabiduría sube la montaña
      y contempla.
 
La inteligencia es acción y lucha.
La sabiduría, pasión y renuncia.
 
La inteligencia es la espada,
la sabiduría, el agua.
 
¿Se puede ser inteligente y sabio a la vez?
 
La inteligencia entra en el mundo,
la sabiduría se aparta del mundo.
 
¿Se encuentran por el camino?
¿Permanecen tiempo sufiente en la encrucijada
para sentir que son hermanos de vida,
que comparten el mismo lugar sin renuncia?
¿Toman el té juntos
antes de que las advertencias de la sangre los separen?
¿Pueden vivir en la gemelidad del doble
      sin que se rompa el espejo?
¿Pueden entrar y salir del mundo al mismo tiempo,
sin dispersión, sin duelo?

Señalar – día 42

Ven y me señalas con el dedo,
y me dices lo que soy y lo que no soy
y yo te diré
que no soy
aquello que tu crees que soy
ni aquello que tu crees que no soy.
 
Así que, si me señalas con el dedo,
te equivocarás siempre.
 
Pero tú, equivocado,
no podrás dejar de señalarme con el dedo.
Si no me señalas con el dedo
eres un desorientado;
si no me señalas con el dedo
¿cómo vas a saber dónde estás?
Si no me señalas con el dedo
estás perdido
en la inmensidad del páramo
extenso de tu pobreza.
 




 
 


 
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