Romance mínimo de una paranoia pandémica

. veces me pregunto
Si somos demasiados
Si habría que empezar
Por irnos aliviando.
 
Bioy Casares contó
En La guerra del cerdo:
Ir de a poco eliminando
De uno en uno a los viejos.
 
Si propagas la idea,
Cuando llegue tu hora
¿Serás tú voluntario
para entrar en la horca?
 
¿O te aferrarás loco
A la mínima cuerda
Que te saque del pozo
Y vivir en la menta?

Romance del silencio

odo el mundo te lo dice
todo el mundo te lo da
el silencio es un acento
que se calla por no hablar
que el peligro está en la boca
como el agua está en el mar
que ya te enseñan de niño
que lo mejor es callar
no vaya a ser que les digas
por chiripa una verdad
que les ponga muy nerviosos
y les rompas el cristal
del espejo en que se miran
-pavorosa vanidad-
del linaje que los nombra
señores del capital
dueños de muchos destinos,
ejecutores del mal.

Metafísica del Bol de Avena – día 43

La inteligencia entra en la selva
      y sale.
La sabiduría sube la montaña
      y contempla.
 
La inteligencia es acción y lucha.
La sabiduría, pasión y renuncia.
 
La inteligencia es la espada,
la sabiduría, el agua.
 
¿Se puede ser inteligente y sabio a la vez?
 
La inteligencia entra en el mundo,
la sabiduría se aparta del mundo.
 
¿Se encuentran por el camino?
¿Permanecen tiempo sufiente en la encrucijada
para sentir que son hermanos de vida,
que comparten el mismo lugar sin renuncia?
¿Toman el té juntos
antes de que las advertencias de la sangre los separen?
¿Pueden vivir en la gemelidad del doble
      sin que se rompa el espejo?
¿Pueden entrar y salir del mundo al mismo tiempo,
sin dispersión, sin duelo?

Señalar – día 42

Ven y me señalas con el dedo,
y me dices lo que soy y lo que no soy
y yo te diré
que no soy
aquello que tu crees que soy
ni aquello que tu crees que no soy.
 
Así que, si me señalas con el dedo,
te equivocarás siempre.
 
Pero tú, equivocado,
no podrás dejar de señalarme con el dedo.
Si no me señalas con el dedo
eres un desorientado;
si no me señalas con el dedo
¿cómo vas a saber dónde estás?
Si no me señalas con el dedo
estás perdido
en la inmensidad del páramo
extenso de tu pobreza.
 




 
 


 
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La golondrina – día 4

 


Veo a la golondrina
      entrar y salir
por los ojos del puente,
con sus vuelos rasantes,
giros inesperados,
recortes en el aire,
loops de aviador acrobático,
una alegría inverosímil,
      de un desprendimiento,
      de una felicidad
que me retrotrae a mi infancia.
 
Cuando quiero darme cuenta,
¿dónde está la golondrina?
desapareció de mi vista,
voló lejos, se perdió en un pasmo,
¿es aquel punto lejano
que deja un rastro de hombre perplejo
que no sabe
ni cómo, ni cuando, ni por dónde
se fue la golondrina?
 
     
 

 

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