Mitos – día 33

Estamos hechos de realidad y sueño.
La materia siente el deseo de ir más allá
de la torpe limitación caduca de sus recursos.
 
Tenemos hambre de grandeza.
Necesitamos, tanto como el pan, alimentarnos de mitos,
símbolos, metáforas, proyecciones,
héroes que logran lo que nosotros no podemos
entre las zarzas de la vida vulgar y ajetreada.
 
Los que mandan, los que quieren mandar,
los que siempre han mandado
y todos sus ejércitos de acólitos en nómina, alimentan
el sueño, la ilusión, la fantasía, la imaginación,
la irrealidad real de la realidad,
con héroes que consiguen logros espectaculares,
héroes que, cuando abren la boca,
se revelan como autómatas perdidos
en las galaxias del éxito.
Ídolos de barro.
Héroes de telefilm y mantequilla de cacahuete.
 
Así nos va.
 
 



Predicadores – día 32

Los que predican la libertad,
      son unos esclavistas.
Los que predican valores morales,
      son unos depravados escondidos.
Los que predican un nuevo país,
      quieren seguir gozando de sus viejos privilegios.
Los que predican el comunismo,
      viven como burgueses vergonzantes.
Los que predican las noticias
      cobran de sus amos.
Los que predican a los demás
      cómo deben vivir,
desean la muerte del prójimo.
 
El exceso de celo de los predicadores
      esconden sus maléficos oficios
de asesinos sin sueldo.


Advocaciones Apócrifas 2 – día 31

Santa Escrupulosa de la Nariz Estirada,
      limpia las letrinas.
Santa Banalizadora de las Vacunas,
      no intercedas por nosotros.
Santa Cretina de las Ínfulas Científicas,
      no pretendas convertirnos.
Santa Colgada de las Ideas Fijas,
      súbete las bragas.
Santa Catástrofe de la Tortilla de Patatas,
      ama las cebollas.
Santa Apócrifa de los Altares Televisivos,
      cómete el pollo.
Santa Bicéfala de los Cuernos Dorados,
      ponte las botas. 

Romance de la indignación sin rima

d y azotad a ese prójimo.
Redimidlo de su lúbrica
propensión al criminal 
sometimiento del débil,
dejadle la piel en llamas,
que sienta el dolor ardiendo
en su tórrida consciencia
de abusador inclemente;
que se queme enaltecido
por látigos sin fatiga;
que sienta, multiplicado,
el dolor que, despectivo,
infringe por voluntad
de capricho lujurioso,
de sadismo decadente,
de gratuito privilegio,
de esclavitud lucrativa.
La soberbia que descansa
en espalda ajena busca 
su merecido en la piel
propia.
            Id, pues, y azotad
a ese dueño concentrado
de poderes y dineros,
de desprecios y maldades,
de hartazgos heredados
que hacen del desposeído
una víctima del cielo.
 
¡Ay romanos, que no nos
acabasteis de enseñar
la dignidad tan nombrada,
tan depravados vosotros
por el exceso adiposo
de la molicie indecente,
como los dueños de ahora,
aduladores del oro,
adoradores del sátrapa,
reverentes del corrupto,
lameculos hacia arriba,
despóticos hacia abajo,
desgraciados irredentos, 
vengativos absolutos.
 
La vara que sirve para 
medir la humillación sucia
del pobre, nos sirva para 
recalentar el pellejo
del rico; que las espinas  
que hicieron sangrar al hijo
de la indómita pobreza 
se incardinen en la sien
de los que se benefician  
del pan hurtado a los perros;
que no se pueda decir  
que el hombre que facilita
la aberración del poder  
dispondrá de casa y coche,
seguridad y solarium,
despensa para su gula,
ocios y fornicios dóciles  
y rencorosos para usos
cínicos y desatentos.
 
Estoy hasta más arriba  
de esa vileza que premia
al ruin en su sino, al mísero  
e indecente latiguero.
Lejos de mi sus vestigios  
de moralidad, de pulcra
decrepitud, sus maneras  
de ojeador en penumbra,
su lento acecho en la noche  
de vampiro voraz, lúgubre
chupador de dangre ajena. 
Con esa desfachatez
de predicar a los otros  
lo que jamás cumple el mismo.
 
No quiero ni que me roce, 
escondido y aparente
de fórmulas y domingos,  
infecto depredador
de personas humilladas,  
de mujeres sometidas,
de cuerpos y almas sumisas  
a su delirante sueño
de soberana grandeza.  
Que se pudra bajo el látigo
de la justicia espontánea  
del hijo de los mil frentes
que vino a limpiar el templo  
de opresores que inoculan
ese veneno violento  
en el mundo cotidiano:
la perversión de los sádicos, 
el dolor loco y gratuito,
el dolor innecesario.
 

Indócil – día 30

El espíritu insumiso,indócil,
en caballo transformado, en numen,
imagen que se perfila bajo las edades de la memoria,
sutil, efímero, diferente,
buscando aplomo, aguas desenvueltas,
brisas brillando en los álamos,
deshacerse del miedo cerval,
instintivo, difuso, impuro,
con presencia, prestancia y firmeza,
desarrollando salud entre las redes dolientes,
con dominio del enredo y la ofuscación,
libre de la marca y el bocado,
volando en el viento de la ola que avanza,
amigo del mar, amigo de su dios,
el suyo, al que obedece como así mismo.

El globo – día 29

El globo,
lleno de aire caliente,
se fue elevando
hasta el techo
de un mundo de globos:
aquel que acaba
en la desintegración
de todas sus aspiraciones;
allí donde se encontró
con otros globos agónicos,
nostálgicos perdidos
de la belleza de un viaje
a los cielos deslumbrantes.
 
Aquellos cielos donde las nubes
      de la somnolencia
se abandonan en la flotación
del color y la buena suerte,
allí donde las cometas
liberan un crisol de esperanzas
y hacen pensar
que los sueños adquieren
-pulso y materia-
la vida del logro y el placer.

 





 






 



 
     
 
 
 

 
 


 

Negacionismo – día 28

A Elías Canetti, in memoriam
 
 
 
Algunos niegan la existencia de Dios,
algunos niegan la existencia del virus Covid,
algunos niegan el genocidio armenio,
algunos niegan el Holocausto judío,
algunos niegan el alma de los animales,
algunos niegan la animalidad del alma.
 
Nadie niega que se vaya a morir.
El auténtico negacionismo debería
empezar por ahí, como hizo Canetti,
que negó la muerte hasta el mismo día de su muerte.
 
Canetti, de nombre Elías, curiosamente,
el arrebatado a los cielos en un carro de fuego,
Elías, que se fue de este mundo
sin abrir la puerta de la muerte.
 
 
 





 






 



 
     
 
 
 

 
 


 

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