El maestro reflexionaba: La generosidad que busca la adulación o la recompensa, no es generosidad, es aprovechamiento. La generosidad provechosa es secreta, si no es secreta es aprovechada. La generosidad que promociona el interés del generoso, es más infame que la cagada de un camello sobre la cabeza de un sabio. El generoso genuino se fusiona con la nada. La nada es la alfombra que lo lleva a desaparecer sin dejar el pringue del falso generoso. De la generosidad se puede decir lo que el rabino Canetti de Cuenca decía de la bondad: “no admite disfraces y no tolera el aplauso”