Poemas Carcelarios 8 – día 243

 La culpa  
  
 De pronto, ante un silencio demasiado extenso,
 me siento culpable. 
 Hace un tiempo,
 le hubiera dado vueltas a la consciencia
para saber dónde estaba la ofensa, la herida
 que no me permitía dormir en paz.
 Ahora sé que las acusaciones son fantasmas.
 Que los reproches, aun pudiendo ser ciertos,
 se agrandan en la mente de los ofendidos,
 supuestas víctimas o víctimas reales
 que se realizan o se entretienen en el victimismo.
 Ahora sé, que los mecanismos de la culpa 
 no necesitan que haya un crimen verdadero
 para llevarte al tribunal 
       que va a sentenciarte, 
 aunque ignores los cargos.
 Tu propio tribunal, el tribunal de tu conciencia,
 al que ahora le hago dimitir en bloque.
  
 Quién quiera acusarme de algún delito,
 que traiga las pruebas que lo demuestre.
 Yo ya tengo otras cosas en las que ocupar mi vida.
 Así que bay bay, pájaro azul, ahí te quedas,
 enramado silbo sin sustancia, cremallera crónica
 que sólo cierras la maldad minuciosa. 
 
   

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