Los rostros del mundo (300) Oración LXI

ORACIÓN  LXI

En estos dominios en los que somos
      súbditos de la muerte,
en que nuestro destino es asumir y perseverar,
sin que, lo que hacemos, sea decisión
      de nuestro parecer,
sino que las órdenes vienen envueltas
en una sonoridad interior que aceptamos
      como nuestra,
aunque nuestra tan solo sea
      la acción de obedecer,

callando o gritando,
hiriendo o perdonando,
animales sutiles de pesadas huellas, 
que solo llegamos 
al pozo sin fin,
al abismo de nosotros mismos,
obedientes o exaltados según el espejo
del que somos reos o verdugos
acidulados por capricho
¿de quién Señor?
¿de qué instancia? ¿de qué poder?
¿de qué dominio?

Te ruego Señor, con todos los respetos,
que me des una respuesta, 
si quieres, si puedes,
a no ser que Tú también 
seas súbdito y estés condenado a no saber.


     .

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