Los rostros del mundo (167) Oración XXXII

ORACIÓN XXXII 

Señor, siempre te he sido fiel,
fiel como esas velas que parpadean
      en tus iglesias,
suspiros que están
      a punto de apagarse,
que titubean en su fe
      pero resisten
en su voluntad de dar
      testimonio de luz,
en su cumplida promesa
      de alumbrar un logro,
una petición íntima y secreta,
      susurrada o anunciada en silencio.

Señor, como esas velas
      que navegan en la penumbra
de los deseos apaciguados,
que zozobran y están a punto 
      de apagarse,
pero reviven y vuelven a la luz
para seguir dando testimonio
de que nuestra paciencia
(aunque esclava y agónica
      del esfuerzo y el tiempo),
puede ser amorosa como la tuya,
pero sin la eternidad.

Como esas velas, Señor,
hasta su apagamiento final.

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