Los rostros del mundo (160) Oración XXVII

ORACIÓN XXVII 

Dentro del haz de luz proyectada
por la lámpara del escritorio,
apareció un mosquito
de los tantos que pululan 
      por la noche de mi casa
en este verano en que el diablo
encendió sus calderas
para preparar la cena
de los muchos que van a bajar
a vivir con él.

Este mosquito indicado
insistía tanto en su misión
de mortificarme,
que pensé, por un segundo,
si me lo habías enviado Tú
como una forma de expiación,
de sufrimiento merecido.

Los mosquitos han hecho
tantos estragos a la humanidad,
tantas enfermedades, tantas muertes,
que se entiende que sean misioneros
de los grandes poderes de la Tierra,
en el que, claro, te encuentras Tú.

Pero, enseguida pensé que Tú eres amor,
amor, amor, amor, así que el mosquito
solo lo podía enviar uno de dos poderes restantes,
o el diablo o la muerte.

Así que ahora te imploro 
que acabes con este mosquito.
Combate en mí
a tus enemigos.

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