Honor para la sal de su sueño, la lenta acritud de su transporte que demanda sol y soledad, para su carreta de signos torpes, que esconden su lengua del intento de poner agua sincera y orden a la terrible desolación de la mente al fondo de los odres, alejada de la luz, obtusa, perdida en el tiempo del orbe. Yo quisiera abrir la primavera con el preclaro don de la noche.