El Nota 2 – día 136

Sueño con huir lejos,
a una playa de blancas arenas,
al lado de Lucy, de pechos dorados,
de pechos tersos como solo la juventud
      sabe tenerlos.
Sueño que sueño tumbado
      en la hamaca, tomando
combinados de sabores limítrofes
      del ácido y la sal,
entrando en el mar con mi tabla pulida,
acompañando delfines que me abren
      caminos de agua y amistad salvaje.
 
Sueño con ese paraíso de amor en la tierra
pero llaman a la puerta y se presenta
El Lobo con su largo lamento desesperado:
ya le importa todo un carajo
y está dispuesto para la muerte o la fiesta
y acabar de reventarse la vida
o acabar con la del cabrón
que le ha quitado a su chica, Lucy
de pechos dorados, de pechos tersos
como solo la juventud sabe tenerlos.
 
Me alivia la aprensión de que sus celos
      me enfoquen, saber que esa hermosura
se está desparramando por el mundo
y de que yo no he sido más que una estación de paso
en esta vida de ferrocarril de vía muerta
en la que sigo varado, perfecta
para seguir soñando, salvo por Los Lobos
que nunca superan el dolor del abandono.
   

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