No estoy para nadie hasta las 12 horas del mediodía. No quiero que nadie interrumpa mis ensoñaciones. Nadie que me quite un segundo de los pocos que tengo para que me vengan las visiones que necesito. Preciso de una pequeña eternidad para procesar mi melancolía. No tengo el alma para nadie que no sea de mi propio olvido. Queden fuera los que me traen recados, facturas, buenas noticias, heraldos negros, fabulaciones, corales, cretinos, cristales de Siam, conquistadores de la metrópolis, inspectores de la luz, hermanos de sangre, noticieros de sándalos, mujeres sin bragas, ni eso. Solo silencio de sendas que se adentran en el soliloquio.