Poemas Carcelarios 4 – día 235

 Romance
  
  
 Le pegué dos puñaladas
 con pleno merecimiento,
 ni siquiera con diez vasos
 debe faltarme al respeto,
  
 aunque yo pueda ser pobre
 soy un hombre muy entero,
 la priva no es una excusa
 para faltarme al respeto,
  
 dijo lo que no debía
 yo no le debo dinero,
 sus palabras son ofensas
 por los diez años de encierro;
  
 mi mujer es una santa
 tengo dignidad y tengo
 fe en sus manos, en sus ojos,
 y amor seguro y del bueno,
  
 no necesito que nadie
 me venga con ningún cuento,
 mi mujer es una santa
 aunque tenga un hijo negro,
  
 diez años son muchos años
 para vivir un encierro,
 ella vivía por mí 
 cuando yo ya estaba muerto.
       

Poemas Policíacos 3 – día 234

  
 No quieras saber la verdad
  
 No tardé ni una semana en ser uno más
 de los mendigos desahuciados
 en el sucio callejón sin salida.
 No me costó, tenía cierta inclinación 
 al abandono de toda esperanza.
 El jefe lo intuía, por eso me nombró
 para esa misión:
 “infíltrate y averigua quién los mata”
  
 Fue un descenso a un submundo,
 la cara oculta de la gran ciudad
 que miramos con asco a la luz del día,
 la frontera donde el hombre y la rata 
       compiten por los mismo deshechos,
 donde la miseria 
       es un hoyo en medio de la noche
 en el que se cae como la hoja inexorable
       del otoño.
  
 Por el súbito resplandor comprobé
 que la muerte salía del coche patrulla;
 que el disparo era el juego macabro
 de un policía psicópata, que tiraba al azar,
 con esa mezcla de aburrimiento y desprecio
 que se tiene por los mendigos degradados
 de un callejón sin salida. 
 Esa era la solución.
  
 Y hubo otra, más definitiva para mí:
 el abandono de la que había sido mi profesión
       desde que la soñé en mi infancia.
 Había llegado a un límite. Una frontera líquida
 en la que los buenos 
       -o los que trabajan para los buenos-
 pueden ser malos, y los malos,
 siguen siendo malos sin remisión.
 Saber la verdad, te cambia, aunque no quieras.
  
 Ahora soy libre para elegir mis propias misiones
 y cuando disparo, 
       disparo convencido de la muerte
 que voy a convocar.
         

Poemas Carcelarios 3 – día 233

 Una mujer
  
 Tengo ya diez hombres
 perdidos en el ocaso de su locura.
 A mi virginal entrega
 no le importaba ni el delito
 ni la cantidad.
 Imperceptibles, borrados,
 de paso en las hojas de mi conciencia,
 verlos caídos no me conforta.
 Todavía no sé de qué venganza
 se nutre este juego de eros que erosiona
 la solidez del hombre.
 Cuando pierda la belleza
 se acabará esta agónica espiral
 que gira hacia el vacío interior.
 Por ahora son diez, pero seguro
 que caerá algún pájaro furtivo
 con el rostro de los siglos oscuros
 y su obscenidad queriendo lamer
 mis labios de fervor y sangre entregada.
 Solo soy una mujer, pero no he venido 
 a complacer a ninguna santidad,
       a ningún diablo. 
 
   

Poemas Policíacos 2 – día 232

 El eterno retorno
  
 La ciencia vive de la repetición.
 La medicina sabe qué es un hígado
 porque todos los hígados son iguales.
 Sus diferencias no importan. 
 Una silla es una silla aunque se vista 
       de mil diseños diferentes.
 Esto me recuerda a Platón.
  
 Los asesinos en serie 
       son como los pescadores serios:
 vuelven a sus caladeros rentables.
 Improvisan lo justo para seguir 
        llenando sus redes con buenas capturas,
 víctimas nuevas, nuevos cadáveres.
  
 A Sebastián lo cogimos en un acto 
 de crimen reiterado. Ningún diario
 publicó ninguna noticia. Carmela
 disfrazada se paseaba a contra luz
 por la casa. Al verla, Sebastián 
 pensó que tal vez no la había matado.
 Volvió al lugar del crimen y allí
 nos encontró preparados para arrestarlo.
  
 No es un tópico. Es verdad, los asesinos 
 siempre vuelven al lugar del crimen.
 Tienen una vida cíclica, como las estaciones,
 como las cosechas y su eterno retorno.
 Vuelven para caer. Tal vez lo deseen.
  
   

Poemas Carcelarios 2 – día 231

 Sebastián
  
 Compartí la celda con uno de esos personajes
 obsesionados con la muerte de los otros.
 Un sicópata, un asesino en serie,
 Sebastián se llamaba y ya estaba hecho a la idea
 de que se iba a quedar encerrado para siempre.
 Yo me lo quedaba mirando y no podía dejar
 de hacerme algunas preguntas insidiosas.
 Parecía un hombre tranquilo…pero, 
 ¿y si esa pulsión de muerte seguía allí,
 enroscada en alguna circunvolución de su cerebro?
 ¿ qué causa o motivo podía hacerle saltar? ¿por qué,
 cómo y cuándo podría volver a matar? 
 ¿Qué despertaba su instinto asesino?
 A lo mejor no había una razón o esta era tan simple
 como el placer de ver la muerte cerca y saber
 que no era él quien se moría. No descarto 
 la idea del placer. De ser el dispensador de la muerte,
 un dios menor pero eficiente y exacto cumplidor
 de un poder superior, terrible y definitivo.
 El poder del único dios verdadero: la Muerte
 de la que él era su profeta perfecto, su enviado,
 su más fiel servidor.
  
 Todas estas ideas hervían en mi cabeza,
 pululaban por mi cerebro como ratas hambrientas 
 comiéndome el sentido y la tranquilidad y el sueño.
 Así que obedecí a mi instinto de conservación,
 esa voz nítida que me decía “acaba con él, acaba con él”
  
 Cuando llegó el carcelero oí que se exclamaba:
 ¡Pero qué has hecho, Sebastián, qué has hecho!
 Yo solo quería que se callara 
       aquella voz de mi cabeza.
  
   
    

Poemas Policíacos 1 – día 230

  Mariposas
  
 Cuando el inspector
 -llegado a la escena del crimen-
 preguntó quién era el fiambre
 el comisario de la policía local
 le leyó sus notas:
 -mujer joven, blanca,
       muerta por arma blanca,
 herida limpia en el cuello,
 sin rastro de sangre ni huellas alrededor,
 como si…
 más que caída en la nieve
 hubiera bajado flotando.
 En la raja del cuello encontramos
       muchas mariposas, no sabría decir
 si salían de dentro o estaban libando la herida…
 -¿mariposas? ¿en este invierno?
 -Sí, muchas, se fueron 
       cuando llegamos nosotros,
 como si fueran repartiendo una señal del cielo
       o una primavera improvisada… 
    

Poemas Carcelarios 1 – día 229

 El ángel exterminador
  
 En el espejo veo el reflejo 
       de un hombre inocente.
 Lo sé yo y la víctima,
       los dos presentes en el momento
 de su defunción. 
       
 Cuando llegó la policía
       yo estaba con la navaja en la mano,
 aturdido por lo que presencié,
       aunque yo no cometí el crimen.
  
 Ella era mi esposa, cierto,
 y estuvimos discutiendo 
       en medio del parque.
 Ella me quería dejar
       y no me daba las explicaciones
 que yo le estaba pidiendo.
  
 Su silencio era hiriente, agónico,
       sus evasivas eran exasperantes,
 estaba con los nervios alterados,
       seguro que gritaba como un loco.
 Saqué la navaja para amenazarla,
 pero, lo juro, yo no podía matarla,
 la amaba demasiado.
  
 Solo tenía que decirme el por qué,
 pero ella seguía callando.
 Su silencio me enloquecía
 y me enojaba hasta el extremo…
 …y en eso pasó un tipo
 con el rostro tapado, enérgico como un relámpago.
 Me cogió la navaja y le rebañó el cuello a mi esposa.
 Allí, delante de mí.
 Quedé estupefacto, aterrorizado, mudo.
  
 Me devolvió el arma al tiempo que me decía:
 “Esto se hace así, marica, llorón de mierda,
 que no tienes cojones para hacer lo que tienes que hacer,
 mamarracho, asqueroso…”
 Un fulgurante ángel exterminador
 que se fue tan raudo como llegó, sin darme cuenta.
  
 Esa es la verdad aunque parezca increíble.
 Esa es la verdad aunque nadie me crea.
       
         

Coplas y Cantares 16 – día 228

I
  
 En este juego
 de estar y no estar,
 de fuego y desvelo
 sin caridad ni consuelo
 con amor y malestar,
 es fatídico perverso
 como la furia desquiciada
 de domesticar un cangrejo
 en el cómico esperpento
 de la buena voluntad.
  
 Nadie puede decir
 si verdad o mentira,
 si el cortejo que respira
 lleva a la princesa
 de la alcoba a la mesa
 para decirle a sus pies,
 eres la sangre que represa
 mi corazón vienés,
 eres la tumba de mis penas
 que se alejan como un cometa
 incendiado por la meseta
 cuando te vuelvo a ver,
 una, dos veces o cien.
  
  
 II
  
 La señora enferma
 desvalija la lengua,
 un reloj de madera
 con horas verdaderas,
  
 un sifón colosal
 en la mesa del pan y la sal,
 un cuadro costumbrista
 visto por un equilibrista,
  
 la señora enfermera
 inaugura la primavera
 y el señor animal
 dice que la versoni
 es una tonta del bote,
 un soneto con estrambote
 fervorosa integrista 
 corta de vista
 y lerda integral.
       

Coplas y Cantares 15 – día 227

I
  
 Las raíces que yo tengo
 no me salen de la tierra,
 que son raíces que cuelgan
 del árbol de las ideas.
  
  
 II
  
 Nadie se sienta ofendido
 por lo que vengo cantando,
 a veces canta un cretino
 y a veces canta mi hermano.
  
 Nunca un felón escondido
 nunca un traidor traicionando
 más bien  por lo que parece,
 es la ficción de un imago,
  
 la ensoñación de mi mismo
 con el que vengo callando
 las verdades del amor
 que van cantando los pájaros.
  
  
 III
  
 La belleza del reloj
 se revela a su enemigo,
 el tiempo se va veloz
 y el amor viene furtivo.
  
 Viene furtivo y nos dice,
 a la manera del canto:
 si lo tienes que vivir
 échale guindas al pavo.
  
    

Coplas y Cantares 14 – día 226

 
 I
  
 Con todo mi cariño
 te quiero confesar
 que tú me gustas mucho
 y tu hermana mucho más.
  
  
 II
  
 Nuestro amor tiene un camino
 que no podrás evitar,
 que tu me quieras por siempre
 y yo por siempre jamás.
  
  
 III
  
 Lo que no digo a la cara
 te lo digo por escrito
 eres altiva y hermosa
 pero me importas un pito.
  
  
 IV
  
 Vida tonta
 la de llevar
 veinte cosas a la vez
 y no hacer bien
 ni una sola.
  
 Mas me valiera
 centrarme
 y dirigir
 mi película
 de fantasmas
 a buen fin. 
   

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies