Poemas Talmúdicos 16 – día 260

  Serán bendecidos por la buena suerte:
  
 Aquellos que fíen su buena suerte
       a favor de los signos de la entrega;
 Aquellos que fíen su entrega
       al ejercicio de soñar con su salud;
 Aquellos que fíen su salud
       a no luchar contra su voluntad;
 Aquellos que fían su voluntad
       al canto general de sus remedios;
 Aquellos que fían sus remedios
       al perfil marino de su humildad;
 Aquellos que fían su humildad
       al salto del gorrión entre las patas del caballo;
 Aquellos que fían su caballo
       al trote de la agilidad y la diligencia;
 Aquellos que fían su diligencia
       a la dirección de John Ford.  
   

Poemas Talmúdicos 15 – día 259

 Según el maestro de la ilusión moral,
 un hombre tiene derecho:
  
 A  borrar sus huellas;
 A dormir sin que su conciencia le recuerde
       las erratas de su escritura vital;
 Al vendaval de sus delirios;
 A desear la mujer del prójimo
       en la intimidad de sus sueños;
 A desear la muerte del maldito estrépito 
       que le come las entrañas;
 A visitar a sus muertos
       en los otoños dolientes del recuerdo;
 A matar a quien quiera matarlo.
  
 Otros maestros añaden:
  
 A perderse en la selva 
       de los signos indescifrables;
 A vivir enajenado en el soliloquio
       de las espigas demoradas;
 A viajar en busca de sí mismo;
 A viajar sin desplazarse.
 A morirse si le da la gana.  
   

Poemas Talmúdicos 14 – día 258

  Un hombre que no tiene mujer
  
 Es un lagarto que vive en una roca
 Es ortiga sin río ni limonero
 Es una vía muerta del tren minero
 El gran infortunio de una mente loca.
  
 Es esa lotería que nunca toca
 El que en la cola del morir va el primero
 Ese que bajo el sol no lleva sombrero
 Ese que no tiene dientes en la boca.
  
 Es el actor del escenario vacío
 Que recita soliloquios para sombras
 Que no recordarán los ojos del ciego
  
 Es el mudo sembrador que nunca nombras
 Dios de los cielos que esparces el rocío
 Dejando al hombre soltero para luego.    

Poemas Talmúdicos 13 – día 257

 Dijo el maestro:
  
 Aquel que, siendo buen poeta,
 adula al artista consagrado,
 acaba desmerecido a mis ojos.
  
 Cuando el artista consagrado lo es 
 por una camarilla de plastas aprovechados,
 el poeta que lo adula, deja de ser un buen poeta
 para pasar a ser un poeta adulterado.
 Adular es adulterar.
  
 Entre los artistas consagrados
 y los poetas de goma espuma se mueve el cotarro
 de la mucha fama y la poca enjundia.
  
 El artista consagrado está forrado. 
 Sus brochazos metafísicos se pagan
 a un precio astronómico.
 La adulación del poeta se paga
 a un precio gastronómico.
  
 Sentarse a la mesa del maestro
 es suficiente pago para el poeta adulador.
  
 Tanto el arte como la poesía van por otros caminos.
 Ellos lo saben y por eso los silencian.
 No hay suficiente oro para todos. 
   

Poemas Talmúdicos 12 – día 256

 El maestro reflexionaba:
  
 La generosidad que busca la adulación 
       o la recompensa,
 no es generosidad, es aprovechamiento.
  
 La generosidad provechosa es secreta,
       si no es secreta es aprovechada.
  
 La generosidad que promociona
       el interés del generoso, es más infame
 que la cagada de un camello 
       sobre la cabeza de un sabio.
  
 El generoso genuino se fusiona con la nada. 
 La nada es la alfombra que lo lleva a desaparecer
       sin dejar el pringue del falso generoso.
  
 De la generosidad se puede decir 
 lo que el rabino Canetti de Cuenca decía de la bondad:
 “no admite disfraces y no tolera el aplauso” 
   

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