Poemas Talmúdicos 13 – día 257

 Dijo el maestro:
  
 Aquel que, siendo buen poeta,
 adula al artista consagrado,
 acaba desmerecido a mis ojos.
  
 Cuando el artista consagrado lo es 
 por una camarilla de plastas aprovechados,
 el poeta que lo adula, deja de ser un buen poeta
 para pasar a ser un poeta adulterado.
 Adular es adulterar.
  
 Entre los artistas consagrados
 y los poetas de goma espuma se mueve el cotarro
 de la mucha fama y la poca enjundia.
  
 El artista consagrado está forrado. 
 Sus brochazos metafísicos se pagan
 a un precio astronómico.
 La adulación del poeta se paga
 a un precio gastronómico.
  
 Sentarse a la mesa del maestro
 es suficiente pago para el poeta adulador.
  
 Tanto el arte como la poesía van por otros caminos.
 Ellos lo saben y por eso los silencian.
 No hay suficiente oro para todos. 
   

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