No me interesan los pobres,
sus emociones, ventanas cerradas,
sus ideas, rodaduras en el barro,
sus hábitos, lentitudes de skay,
sus imágenes, heredades de orín.
No me interesan los ricos,
sus pretensiones de azúcar glasé,
sus valores de metopas antiguas,
sus parientes, galería de moscas,
sus posesiones, rimados de palacio.
No me interesan ni los pobres desclasados
ni los ricos elegidos,
ni la perorata lamentable de los unos,
ni el bastardeo subido de los otros,
ni los crespones dorados,
ni los plásticos aparentes,
ni la virtud sucia de las colmenas,
ni el espacio recamado de recuerdos.
No me interesan las reiteradas razones
que se retroalimentan y se enzarzan
y persisten y continúan y regurgitan de nuevo
la pobreza y la riqueza como un círculo
que inventaron los dioses y los demonios
jugando a las chabolas
y a los chalets con los humanos,
a los pies desnudos y a los zapatos,
a las guaguas y a los descapotables,
a las abulias y a los aburrimientos.
Seguro que hay manzanas para todos.
Por favor, sirvan manzanas para todos.
Manzanas sanas. Sin gusanos para todos.
¿De dónde sacan estos abstrusos
que son más listos, más preparados,
más inteligentes, más demócratas,
menos corruptos, menos sinvergüenzas,
menos violentos, menos tarados,
que los otros, tribalistas de cemento,
carnuzos de diseño, huertanos resilientes,
aforados de palimpsestos palúdicos,
si son bacterias de la misma secta, vituperios
de la mismo paradoja, carrizos de la misma riera,
sapos del mismo charco, lunáticos del mismo desfase,
iluminados y cobardes
de la misma cresta colorada?
Estos que no saben viajar a Venecia o Berenice
sin quedar como cariátides ojivales,
anguilas legalistas, caballeros del truco,
alarmistas incardinados
de supremacismo hereditario.
¿De dónde les viene tanto sectarismo empastillado,
tanta bucolismo bubónico, tanta pandémica pedestre,
tanto chovinismo de corcho,
tanta partenogénesis patógena,
si son un pábilo de cera intrusa,
una corte de aprovechados?
Era un ángel
del cielo de los lagartos.
Disparó a su padre
y mató a su abuelo.
La primavera llegó
con virus malignos.
Trató de esconderse
de su suerte absurda.
No halló consignas
detrás de los setos.
La prostitución pagaba
sus sueños de artista.
No podía soportar
su propia ignorancia.
Tenía un gato
de porcelana triste.
Solo se entendía
con los perfiles huecos.
Contestaba mal
con discreta elocuencia.
Tenía sus criterios
y alimentaba a las ratas.
Las devociones son propias
de gentes iluminadas.
Iluminadas o ilusas
en los callejones sin salida.
Con el tiempo, la materia viva
formó una barrera de luces
en la costa de la muerte.
Por más que se buscó
el cadáver del sueño
nunca se encontró.
Dejar correr todo lo que obstruye.
Que fluyan y se alejen
las aguas depauperadas, las materias grasas,
las sombras, sus indecisiones de lagarto movedizo,
los fantasmas, sus reflejos de vanidad merovingia,
las falsas mitologías, sus devociones de cera usada.
Dejar correr lo que obstruye,
las ideas machacadas de los plásticos de cuneta,
las colillas de purpurina esquinada,
los padres de la patria
que se miran al espejo del ombligo,
los líderes de barro, sus mensajes definidos
por una mística de sacristán de la “new age”.
Dejar correr todo, que todo se vaya
y pierda su rastro de memoria usada por el sudor,
que deje la playa limpia para otras pisadas,
adiós, pálidas fauces del comercio que explota
la hilatura,
adiós, agujas venales, estadios de bruma,
ruletas aleatorias,
adiós, bargueños y melancolías,
cerramientos y sedas negras,
adiós, maderas sin consuelo, voces de garlopa,
gentes hacinadas.
Que el desagüe del tiempo os lleve,
que os lleven sin desconsuelo
los vientos de los desastres,
que os arrastren por el suelo pantanoso
de la historia de la malaria,
que no volváis con los pies de barro y la bruma
en la mirada.
Adiós y hasta nunca, malestar infame,
miseria doliente, crecido marasmo insuperable.
Si no despiertas
el deseo de una mujer
habla con los árboles.
Ellos saben el secreto
de la duración solidaria.
Los hombres,
encerrados en sus dilemas delirantes,
no saben nada de la decadencia
aunque la practican todos los días.
Habla con los árboles,
ellos saben de elevación,
de dar luz y consuelo,
de elegir el silencio
en los momentos decisivos,
de llegar hasta la copas airosas
y brindar por la vida.
El deseo de la mujer
nos elige por encima de la herrumbre
y nos salva
de la misma muerte que vivimos
todos los días.
La de los grandes ojos sin defensa
también será,
consunción de placeres
antes del adiós definitivo.
Nunca se aprende a vivir.
Uno se muere antes.
No se aprende a vivir
como se aprende enología
o matemáticas, lecciones
que se repiten en una cátedra.
Algo que se recita y se vuelve
a enseñar.
Vivir es una asignatura
pendiente siempre.
Vivir es, permanentemente,
la prueba de un instinto,
un zafarse de la muerte,
un aprender a morir.
Y nunca se aprende lo suficiente,
tantos sitios, tantos intentos,
tanto lo improbable, tanta la paradoja,
tanto lo inestable del sustento, tanto el azar,
tanto lo indeterminado del frío,
del calor, del afecto.
Los otros orientan.
Los maestros orientan.
La experiencia, las circunstancias,
la climatología, la herencia, orientan.
La dirección la eliges tú y las piedras.
Desde fuera es magnético cuando brama,
lírico cuando en calma.
Desde dentro es posesivo cuando brama,
durmiente cuando en calma.
Los que no navegamos sólo entendemos el mar
de los contemplativos, que a lo mejor no es
ni mar, sino una postal en movimiento.
Los que no pertenecemos al mar,
los que somos hijos de la tierra seca y el olivo,
vamos al mar del verano a poner nuestros pies
devotamente -es decir, con miedo- en las aguas
mansas del mar.
El mar nos los besa
como el perro de San Roque,
franciscano y milagroso.
Así es el mar cuando se abandona
y se deja mecer por la brisa.
Tiene la mansedumbre del tigre,
el reposo del fuerte.
Pero el mar tiene resortes imprevisibles,
otro día nos hubiera tratado,
-tigre desatado-
con la intemperancia de un mal borracho
y nos hubiera echado sus espumas a la cara.
El mar es, inagotable, insobornable, indócil,
de una fertilidad, de una inmensidad
que nos apabulla,
con esa combinación de placidez e iracundia
que no hay dios que lo entienda.
Tal vez porque él mismo es un dios
que hace lo que quiere, lo que le da la gana,
que para eso sirve ser un dios.
El amor reversible
fluyendo por la piel
de un planeta cerrado.
Las llaves los cerrojos
en órbitas no existen
ni límites ni intrusos.
Medusas en el mar
navegando sin muerte
por las aguas del tiempo
Elíptica sin fin
dueña que nos aleja
sin salirse del sitio.
Ciencia de nácar sueño
de sentir en el otro
el amor de uno mismo.
San Platinero Volantín,
vela por la cometa,
Santa Brújula Nonata
orienta a las prostitutas.
San Coleóptero Verde
ama tus deposiciones.
Santa Piojosa de los Despojos,
da de comer a los gatos.
San Pútrido Perfecto,
saca la basura por la noche.
Santa Lerda Política,
copia mil veces o más
“este no es país para corruptos”
San Capelo Calvo,
inventa un crece-pelos instantáneo.
Santa Joanna de Letrina,
gracias por los desagües si atascos.
San Yosolohablodeconomía,
explícale el déficit fiscal
a los deficitarios o a los fiscales.
Santa Catalina de Cartagena,
canta la memoria de tu belleza.
San Devoto Público,
cuélate en la escuela del suburbio.
Santa Lutecia del Alumbrado,
vuélvete a París y enciende las farolas.
San Alfredutto de las Piscinas Comunitarias,
báñate en las aguas del mar y nada.
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies