El crimen que nos acompaña – día 74

Era un ángel
      del cielo de los lagartos.
Disparó a su padre
      y mató a su abuelo.
La primavera llegó
      con virus malignos.
Trató de esconderse
      de su suerte absurda.
No halló consignas
      detrás de los setos.
La prostitución pagaba
      sus sueños de artista.
No podía soportar
      su propia ignorancia.
Tenía un gato
      de porcelana triste.
Solo se entendía
      con los perfiles huecos.
Contestaba mal
      con discreta elocuencia.
Tenía sus criterios
      y alimentaba a las ratas.
Las devociones son propias
      de gentes iluminadas.
Iluminadas o ilusas
      en los callejones sin salida.
 
Con el tiempo, la materia viva
      formó una barrera de luces
en la costa de la muerte.
 
Por más que se buscó
      el cadáver del sueño
nunca se encontró.

    
 
 

 
 

 
 

     
 

  

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