Romance del árido taoísta

 gusto conmigo mismo,
en el silencio, en la sombra,
estando solo en mi nido,
todos los demás me sobran.

Me sobra la gente lerda,
me sobra la inteligente,
los cínicos, los astutos,
los que van y los que vienen.

No soporto la alegría
de los bobos que jalean
al señorito que paga
la desgana de su fiesta.

Ni a tantos desmemoriados
que excusan a los que abusan
con un gesto de soberbia
porque una parte era suya.

Fanáticos del beneficio,
locos de su sola causa,
forofos de la indecencia
barriendo para su casa.

A quienes creen los cuentos
del patriota pesetero
y cantan, con ilusión,
el himno del cementerio.

No los soporto, no quiero
que me toquen el espacio,
ni un segundo de mi tiempo,
ni un bigote de mi gato.

Sí, me voy haciendo viejo,
y hasta el amor y sus líos
dejo que vayan pasando
y que me dejen tranquilo.

Desnudo hasta de mí mismo,
sin otra pasión que el dios
que vive y que me desvela
buscando por mi interior,

una energía que encuentre
en acto la redención
de tanto sueño incumplido
silenciando su valor.

 

Epigramas Líricos 5 – día 154

 
“No es realista negar a los surrealistas.
Esa negación es un síntoma del subconsciente.
Su afloramiento es una acción puramente surrealista”
 
Fríos Santos García
 
 
 
Según Pablo d’Ors
detrás de la puerta surrealista
      se esconde una logomaquia
de palabras sin sentido.
 
Detrás de la puerta dorsiana
      hay una congregación silenciosa
rezando un menú de palabras masticadas.

               

El Nota 14 – día 149

Oh! Demorada Belleza,
      tu cuerpo respira
como el caballo y el mar
     visitados por la luna,
una fortaleza sin defensa
      pues su poder es evidente,
 un trigal movido por la brisa
     dulcísima de la primavera,
un olor que fascina
     a la higuera del sueño,
el capricho de una sonrisa  
      en el mármol demorado
de la caricia o la reverencia.
 
Oh Belleza Lúcida, 
      los dioses existen,
pues solo los dioses pueden
      modelar la arcilla de tu cuerpo,
el barro fino y delicado
      que dan a tu carne la textura
de un pergamino indostánico
      con el poema de un río
escrito en el bosque del deseo,
      ese ejército imparable que nos visita
en las noches desnudas de lebreles,
      sin perros que la ladren
ni sátiros que la desperecen.
 
Oh Belleza Salutífera,
      soy tu guardián  de anhelos,
tu guerrero de asaltos.
      Los dioses existen, no tan solo
porque tu belleza deslumbra
      mi alma llena de devociones;
también porque ellos han propiciado
      que tu vengas a mí como un don
para mis manos de piedra endurecida,
      para mi boca de sed y enjambre desatado.
 
 
      
         

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