El Nota 14 – día 149

Oh! Demorada Belleza,
      tu cuerpo respira
como el caballo y el mar
     visitados por la luna,
una fortaleza sin defensa
      pues su poder es evidente,
 un trigal movido por la brisa
     dulcísima de la primavera,
un olor que fascina
     a la higuera del sueño,
el capricho de una sonrisa  
      en el mármol demorado
de la caricia o la reverencia.
 
Oh Belleza Lúcida, 
      los dioses existen,
pues solo los dioses pueden
      modelar la arcilla de tu cuerpo,
el barro fino y delicado
      que dan a tu carne la textura
de un pergamino indostánico
      con el poema de un río
escrito en el bosque del deseo,
      ese ejército imparable que nos visita
en las noches desnudas de lebreles,
      sin perros que la ladren
ni sátiros que la desperecen.
 
Oh Belleza Salutífera,
      soy tu guardián  de anhelos,
tu guerrero de asaltos.
      Los dioses existen, no tan solo
porque tu belleza deslumbra
      mi alma llena de devociones;
también porque ellos han propiciado
      que tu vengas a mí como un don
para mis manos de piedra endurecida,
      para mi boca de sed y enjambre desatado.
 
 
      
         

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