Amuletos – día 3

 
 
Camino a la superstición
me encontré un cristal
medio enterrado en la arena.
 
Era de color verde opaco
con las aristas redondeadas,
pulido por una intemperie
      de lunas y serpientes,
pasos de centuriones y dromedarios.
Conservaba la calidez
de los muchos soles acumulados,
de melazas derramadas en los agostos
de los desiertos insomnes.
Era un auténtico amuleto
de duración y salud.
 
Lo conservé en mi bolsillo
acariciando la rugosidad virtuosa
que emanaba al menor roce.
Lo volví a dejar
a la puerta de una casa triste.
El amuleto que yo buscaba
era otro y tenía que ver contigo.
No pararía hasta encontrarlo
aunque perdiera la salud en el intento.
 

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