Oración XXXVII Que Dios te dé un poco de mugre, caballero voluntario, que suelte para tu boca una retahíla de luces lacerantes, que una estela de crecientes cocodrilos te hagan compañía, que las estrellas de metal hiriente ciñan el cuello de tus méritos y refuercen la certidumbre de los ocasos inherentes a tu pasiva desidia, y ya en silencio de árbol sin fruto permanezcas perpetuado bajo la sombra robusta del ciprés.