ORACIÓN XXVII Dentro del haz de luz proyectada por la lámpara del escritorio, apareció un mosquito de los tantos que pululan por la noche de mi casa en este verano en que el diablo encendió sus calderas para preparar la cena de los muchos que van a bajar a vivir con él. Este mosquito indicado insistía tanto en su misión de mortificarme, que pensé, por un segundo, si me lo habías enviado Tú como una forma de expiación, de sufrimiento merecido. Los mosquitos han hecho tantos estragos a la humanidad, tantas enfermedades, tantas muertes, que se entiende que sean misioneros de los grandes poderes de la Tierra, en el que, claro, te encuentras Tú. Pero, enseguida pensé que Tú eres amor, amor, amor, amor, así que el mosquito solo lo podía enviar uno de dos poderes restantes, o el diablo o la muerte. Así que ahora te imploro que acabes con este mosquito. Combate en mí a tus enemigos.