¿Quién sabe del amor si no el que vive en la angustia de verlo bruscamente morir, inesperada, fatalmente, como ese girasol que no recibe la luz y se decanta hacia el declive de una vida cayendo velozmente en la urna del dolor y ardientemente se atormenta y se esconde y nos inhibe de sí mismo, del bien de su presencia, de la memoria bella de su encanto de su risa vibrando en el acuerdo? Ella diga los pasos de su ausencia. Que la pena se olvide y vuelva el canto a templar las delicias del recuerdo.