Deshonor para el manipulador – día 284

 Deshonor para los que proclaman
 virtudes que no cumplen, versiones
 adulteradas de líderes ínfimos,
 hablando en consignas como clones, 
 vocablos rastreros eufemismos
 acrobáticos cortos ladrones,
 arribistas de palabra infecta
 chaqueteros inmundos de doble
 moral y subterfugios ridículos.
 Gallinas sin dirección, sin norte.
 Gentiles de metáforas bobas
 que nos estampan sus cromos bordes. 

Honor para el hombre liberado – día 283

 Honor para los hombres que evitan
 las adulaciones, notarías
 de la insignificancia, las fiebres
 del autoengaño, las boberías
 del prestigio, las fermentaciones
 fatuas del ego y sus naderías.
 Desprendido, puede distanciarse
 de las apariencias, las mentiras
 que llevan al barniz demacrado
 del simulacro, huir de la prisa,
 escapar del obsceno hundimiento
 y ser, solo ser, ya, sin divisas. 

Deshonor para el asaltante del poder – día 282

. Bajo el discurso de proteger
 a la patria, se otorga a sí mismo
 el privilegio de ser inmune,
 de manipular los requisitos
 de la aparente legalidad
 y usar la ley en su beneficio,
 para expoliar al Estado. Ciegos
 al cínico brillo de su ombligo,
 quedamos paralizados, tontos,
 como animalillos abducidos
 que no reaccionan al mal que viene
 con melodiosa voz a destruirnos. 

Romancillo de la Violenta Parra

hora que ya muerta
 Ya estas domesticada
 Antes la rebeldía
 Tu sangre conjugaba
 Te impedía vivir
 El amor, dónde estaba?
 Cantabas injusticias
 La voz por las barandas
 De las gentes humildes
 De las tierras cansadas
 Las familias extensas
 El dolor de una dama
 Perfil de soledad
 El amor, dónde estaba?
  
 Cantabas alegrías
 Jilguero de las ramas
 Vientos de la miseria
 Tristezas disfrazadas
 Zurciendo los tejidos
 El corazón que sangra
 Cocinas sin un ángel
 Alimentos sin alas
 Las perolas vacías
 Las verdades negadas
 Ahora que ya muerta
 Ya estas domesticada.
  
 Vienen los profesores
 Los médicos del alma
 Los cantantes que buscan
 Tu nombre con tu fama
 Pero queda tu fuerza,
 Libre, desparramada,
 Un desierto de arena
 Por el aire que clama
 El hambre de los niños
 Las visiones ancianas
 Los actos que deprimen
 La luz de la mirada.
  
 Qué poco han cambiado
 Las encías que sangran
 El mundo de los pobres
 Las ruinas de las casas
 Los almanaques negros
 Las gentes desoladas
 Los campos, los esteros,
 El sol de la ensenada
 El frío de las cumbres
 En la danza macabra
 Del demonio que gime
 Un canto que te alaba.
  
 Herida por amor
 Torbellino que arrasa
 El hombre que se fuga
 Por caminos y tramas
 Dejándote en orillas
 De selvas y marañas
 De clamores violentos
 De días sin mañanas
 Angustias contra ti
 Como armas desatadas
 Amor quebrantahuesos
 Dulce amor en la cama
 “Por ti viví contenta
 Sin ti la muerte santa”.    
   
     

Honor para el hombre consecuente – día 281

 Honor para el hombre ejecutado
 de improperios, criminalizado
 por la libertad de su opinión
 no concurrida, por su descaro
 en no doblegarse a los hurones
 que lo acechan, por sus altos álamos
 invencibles, fúlgidos y airosos,
 por su crisol de ardor entregado,
 su vigor ante la adversidad,
 su sueño a los pies de los caballos,
 la ceniza y el mar de su rostro
 consecuente con la fe del hado. 

Deshonor para el fisgón – día 280

 Vergüenza para el hombre fisgón
 espía alevoso como gato
 si no tiene otra cosa que hacer
 que meter las narices en plato
 ajeno, ratón de queserías,
 pringoso corajudo del sapo,
 síndico macabro de la mosca
 que, deliberando sobre el asno,
 viene a posarse bonzo en las ancas
 y, con justo certero sopapo,
 cae derribada por el suelo
 y la mantis la coge de un salto. 

Honor para el hombre solitario III – día 279

 Honor para la sal de su sueño,
 la lenta acritud de su transporte
 que demanda sol y soledad,
 para su carreta de signos torpes,
 que esconden su lengua del intento
 de poner agua sincera y orden
 a la terrible desolación  
 de la mente al fondo de los odres,
 alejada de la luz, obtusa,
 perdida en el tiempo del orbe.
 Yo quisiera abrir la primavera
 con el preclaro don de la noche.     

Honor para el hombre solitario II – día 278

 Honor para sus soles censados
 que van conservando sus nocturnas
 auroras, sus solicitaciones
 febriles, sus meditadas lunas, 
 su espigada decisión que invierte
 su acritud en la fe de la música,
 el amor posible entre la niebla,
 en la incardinación de la duda
 que se resuelve en la luz del tiempo
 entrando con su rayo en la bruma,
 sumando las cosechas del hambre
 bajo un sueño de materia y lluvia.
    

Honor para el hombre solitario I – día 277

 Honor para el hombre solitario 
 que ejerce su oficio de silencio,
 que mantiene el rumbo enajenado,
 las urdimbres de un ajedrez ciego,
 arduas jarcias del empuje bruto
 que cifran la batida del viento
 y lo domeñan hacia la calma,
 sin que nadie entre en el ajetreo
 de su disidencia, de su ardicia,
 que busca bajo la tierra lentos
 tesoros de fulgores nocturnos
 que alumbren una lengua de fuego. 

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