Poemas Políticos 2 – Servidores del poder- día 199

   Cuando hay un iluminado que resucita
 la vieja idea de la justicia universal
       y el reparto de la riqueza,
  
 salen a la luz todas las ratas del sistema
       a ganarse el salario de los poderosos,
 con sus ironías bien untadas,
 con sus sarcasmos bien estudiados,
 con sus poses de matones que se benefician
       a las mujeres más hermosas entre las putas,
 bellas mujeres fabricadas para sus gustos libidinosos.
  
 La cohorte de los denigradores con micrófono
       y sus sádicos secuaces…
  -parece el nombre de un grupo musical, 
       “sádicos secuaces”-
 dispuestos a defender los intereses de sus señoritos
 y a dejar al pobre iluminado
       a la altura del betún.
  
 El brillo de la inteligencia de los adalides,
 -cooperantes necesarios del poder,
 transmisores de la bellaquería-
 deslumbra, pero no da ni acierto ni calor.
  
 Los que mandan, ni se manchan,
 pixelados en sus plasmas suntuosos.
 Ya están estos mandilones para hacer la faena.
   
 

Poemas Políticos 1 -Tanto todos- día 198

 
 Tanto los tontos. 
 Tanto los tirios.
 Tanto los troyanos.
 Tanto los tímidos.
 Tanto los tercos.
 Tanto los tupidos,
 Tanto los tópicos.
 Tanto los trenzas.
 Tanto los troncos.
 Tanto los trípodes.
 Tanto los trileros.
 Tanto los trasgos.
 Tanto los tristes.
 Tanto los tantos.
 Tanto los todos.
  
 Todos ellos, juntos, separados,
 tarde o temprano, se morirán.
 Con sus sublimes conclusiones, absurdas, inútiles,
 ígneas, estúpidas, inguinales, delirantes, crónicas,
 enfermizas, luminosas, malvadas o ditirámbicas.
 Cangrejeando. Morirán. 
 Con sus elípticas reverencias, creativas, admirables,
 cinéticas, pasmadas, cariñosas o elevadas.
 Cangrejeando. Morirán.
  
 Y a reclamar al maestro armero. 
   

Romancillo del jinete sin sosiego

 inete sin sosiego
 por sendas desoladas,
 qué buscas por los fríos
 marjales de esta amarga
 tierra que sin descanso
 remueve sus entrañas.
  
 Qué buscas en la noche
 juntando las palabras,
 minero de las nubes
 de las sierras lejanas,
 persiguiendo las huellas
 de quimeras extrañas.
  
 Husmeando como lobo
 por ver la luna clara,
 cernido por las sombras
 preñadas de alimañas,
 qué quieres de esta tierra
 donde silban las hachas.
  
 No oyes confundidos,
 imberbe y sin coraza,
 caballos reverentes
 y espigas desbocadas,
 líquenes de veneno
 y amapolas sin ganas.
  
 ¡Huye, que no te entres
 por estas tristes landas!
 ¿No sientes sus latidos,
 no sabes que te aguardan
 túneles de la muerte
 y oscuridad sin alas?
  
 Huye, amigo, que nadie
 sabe tu sed tan rara.
 Huye, que si los filos
 del aire se propagan
 solo quedará el rastro
 sangriento de una espada,
 y un cielo de marfiles
 y una tierra callada. 

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies