ra un hombre de ojos fijos
perplejo en la encrucijada
absorto por los designios
del mundo resuelto en llamas.
Acendrado por su mismo
estupor de joya santa,
era un hombre inhibido
sobre el crucero del alba.
Indeciso y transparente
sin la pasión de una lágrima,
agudo cristal silente,
era un insecto del ámbar.
Qué miras hombre perplejo
tan quieto en la encrucijada,
tan confuso y desafecto
en tu experiencia de estatua.
Tan mudo por el desorden
de una agonía sin mapas,
qué esperas sin los resortes
del movimiento y sus alas.
Lo que tienes que perder
muy crecido te lo ganas,
el error coge en su red
el fulgor de la mañana.
Y si las señas no existen
y el tiempo es agua callada,
si te aprisionan los mimbres
celestes de la desgana,
Que no te importe la muerte,
la voz, la estirpe, la máscara,
para ser ceniza sin suerte
ciñe tu música y canta.
El paraíso
el hombre
aburrido
subió a un árbol
y se comió
una manzana.
“¡qué has hecho,
insensato!”
exclamó
el dueño de la finca
“huir
del
confinamiento,
encontrar
la salida
del paraíso”
Te hemos cantado, piedra,
en tu oscuro designio te han nombrado
dios del silencio impenetrable,
dios apagado de tu fuego celeste,
rumor secreto del agua que busca
el hético corazón sumiso de la tierra,
dios, astro de un dominio milenario.
Tu presencia sostiene
las columnas de la duración.
Lates con el pulso inaudible de la montaña.
Cobijas herméticas tribus
que huyen de la luz.
Eres un hogar, en ti hay reposo.
Tu contención no es mansedumbre.
Para la elevación o el hundimiento nos usas.
Tus sillares en los conventos, las iglesias,
los escalones de las plazas públicas, las gradas,
son los pasos del hombre hacia las alturas.
Rústica y excavada, hacia la entraña, cueva,
cuenco, depósito de almas y cosechas,
nos entregas al calor de nuestra propia oxidación,
el oro perdido de nuestras ansias sublimes
de no ser solo carne diluyéndose en la nada.
Tu sustentas la firmeza del ser y cobijas las raíces
del no ser. Un abrazo que nos humana
en la lentitud frenética del espacio. Piedra,
en ti viajamos, hacia tu hondo silencio.
Borrando el rostro y el cincel, nuestra desaparición,
será tu primera suma, nuestra última patria.
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