Romance del hombre perplejo

E ra un hombre de ojos fijos
 perplejo en la encrucijada
 absorto por los designios
 del mundo resuelto en llamas.
  
 Acendrado por su mismo
 estupor de joya santa,
 era un hombre inhibido
 sobre el crucero del alba.
  
 Indeciso y transparente
 sin la pasión de una lágrima,
 agudo cristal silente,
 era un insecto del ámbar.
  
 Qué miras hombre perplejo
 tan quieto en la encrucijada,
 tan confuso y desafecto
 en tu experiencia de estatua.
  
 Tan mudo por el desorden
 de una agonía sin mapas,
 qué esperas sin los resortes
 del movimiento y sus alas.
  
 Lo que tienes que perder
 muy crecido te lo ganas,
 el error coge en su red
 el fulgor de la mañana.
  
 Y si las señas no existen
 y el tiempo es agua callada,
 si te aprisionan los mimbres
 celestes de la desgana,
  
 Que no te importe la muerte,
 la voz, la estirpe, la máscara,
 para ser ceniza sin suerte
 ciñe tu música y canta. 

Oda a la piedra – día 181

 Te hemos cantado, piedra,
 en tu oscuro designio te han nombrado
 dios del silencio impenetrable,
 dios apagado de tu fuego celeste,
 rumor secreto del agua que busca
 el hético corazón sumiso de la tierra,
 dios, astro de un dominio milenario.
  
 Tu presencia sostiene 
       las columnas de la duración.
 Lates con el pulso inaudible de la montaña.
 Cobijas herméticas tribus
       que huyen de la luz.
 Eres un hogar, en ti hay reposo.
 Tu contención no es mansedumbre.
 Para la elevación o el hundimiento nos usas.
 Tus sillares en los conventos, las iglesias,
       los escalones de las plazas públicas, las gradas,
 son los pasos del hombre hacia las alturas.
  
 Rústica y excavada, hacia la entraña, cueva, 
 cuenco, depósito de almas y cosechas,
 nos entregas al calor de nuestra propia oxidación,
 el oro perdido de nuestras ansias sublimes
       de no ser solo carne diluyéndose en la nada.
 Tu sustentas la firmeza del ser y cobijas las raíces
       del no ser. Un abrazo que nos humana 
 en la lentitud frenética del espacio. Piedra, 
       en ti viajamos, hacia tu hondo silencio.
 Borrando el rostro y el cincel, nuestra desaparición,
 será tu primera suma, nuestra última patria. 
        

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