Nada que hacer, nada que decir, si las corrientes decisivas son más fuertes. Uno debe asumir su limitado poder y aceptar -evitando el dolor- la verdad que se impone sin caer en las trampas de la amargura, del resentimiento. Cuando el alma obedece a su dios, único y solo, la corriente te deja a los pies del sosiego y la vida se renueva, como la vid en primavera.
Mes: octubre 2020
Asombro – día 80
Conducíamos, siempre arriba, envueltos en niebla. No nos dimos cuenta de que el asfalto se había acabado y ya estábamos circulando por una pista de tierra bien arreglada. Envueltos de niebla en la cima redondeada de un monte. Nosotros, en medio de esa húmeda invisibilidad, deambulamos como dóciles vobinos pastando en las alturas, en medio de la niebla. Oímos las esquilas del ganado y quedamos sorprendidos de ver los percherones gigantes y apacibles a un metro de nuestras narices a un metro de sorprendido espanto, a un espanto asombrado por la fuerza que respira a nuestro lado sin hacernos daño. Apacibles caballos en medio de la niebla, ellos sabían por qué estaban allí, nosotros, tal vez no, pero al verlos como una aparición majestuosa, tal vez sí.
Epicuro – día 79
Es tanto el sufrimiento que ha sobrellevado la humanidad hasta este presente infecto, que me parece deleznable añadir ni una gota más de dolor al dolor del mundo. Desde la desnudez de la prehistoria pasando por todas las enfermedades, hambrunas, guerras, esclavitudes, masacres, invasiones bárbaras y asesinas, gulags, campos de concentración, aniquilaciones, exterminios, holocaustos, conquistadores, pandemias, pestes, desastres naturales y provocados, nazis, jémeres, hutus, tutsis y todos los psicópatas que contribuyen a derramar la sangre de los hombres sobre la tierra en una relación de continuidad que no parece tener fin. La Tierra y no Marte es el verdadero Planeta Rojo. Ahora reposa y piensa en lo que enseñaba Epicuro, evita el dolor y añade placer, al placer de vivir.
Pequeños errores cotidianos – día 78
El paisaje es un estado de alarma…perdón, del alma. Subió a un caballo helado…perdón, alado. Aquella mujer no tenía su cabello…perdón, teñía. Al pan, pan y albino, vino…perdón, vino, vino, vino de beber. El argentino trabajaba de relaciones púbicas…perdón, públicas. Después de la carrera de caballos, los mozos de escuadra…perdón, de cuadras. Que disfrutéis de un buen coño…perdón, otoño. Los carceleros sierran las puertas…perdón, cierran. El obispo desfilaba bajo el palo…perdón, palio. Un día te cantaré las verdades del banquero…perdón, del barquero. Cada cual tiene sus raciones…perdón, razones. Todo estaba prefecto…perdón, perfecto. Tenía un cuerpo sangrado…perdón, sagrado. No quiero más conejo…perdón, consejo. Salió de aquel asunto muy agraciado…perdón, agraviado. Buscaba la facilidad…perdón, la fatalidad… perdón, perdón, la felicidad. Ya veo que estás enferma…perdón, en forma. Ya van saliendo al campo los juzgadores…perdón, los jugadores.
La verdad es siempre revolucionaria – día 77
Cuando uno llega a interiorizar aquella máxima de Romain Roland de que “la verdad es siempre revolucionaria” y entiende que el poema es un campo en el que solo se cultiva la verdad, entonces, todos los discursos politiqueros o economicistas no son más que fantochadas para fantoches, trapos ridículos vendidos como banderas, hierbas venenosas para caballos enfermos, todos los discursos procesales o normativos, moralizantes u ordenancistas no son más que mugre mental y paranoide, pienso malogrado de granos indigestos, pan adulterado, fuego sin sustento, todos los discursos, enredos y disenterías, solo pretenden ganar tiempo y dinero a costa de todos los incrédulos y cobardes que se los tragan, por ignorancia o interés, los que se oyen a sí mismos y se hallan competentes, y se observan en los espejos practicando sus discursos, practicando su dicción, su compostura, su parvedad escondida, su inteligencia lustrada por el cepillo de la esposa que lo apoya… a grandes mentiras, mayores desacatos.
Los pobres, los ricos – día 76
No me interesan los pobres, sus emociones, ventanas cerradas, sus ideas, rodaduras en el barro, sus hábitos, lentitudes de skay, sus imágenes, heredades de orín. No me interesan los ricos, sus pretensiones de azúcar glasé, sus valores de metopas antiguas, sus parientes, galería de moscas, sus posesiones, rimados de palacio. No me interesan ni los pobres desclasados ni los ricos elegidos, ni la perorata lamentable de los unos, ni el bastardeo subido de los otros, ni los crespones dorados, ni los plásticos aparentes, ni la virtud sucia de las colmenas, ni el espacio recamado de recuerdos. No me interesan las reiteradas razones que se retroalimentan y se enzarzan y persisten y continúan y regurgitan de nuevo la pobreza y la riqueza como un círculo que inventaron los dioses y los demonios jugando a las chabolas y a los chalets con los humanos, a los pies desnudos y a los zapatos, a las guaguas y a los descapotables, a las abulias y a los aburrimientos. Seguro que hay manzanas para todos. Por favor, sirvan manzanas para todos. Manzanas sanas. Sin gusanos para todos.
Estamos rodeados – día 75
¿De dónde sacan estos abstrusos que son más listos, más preparados, más inteligentes, más demócratas, menos corruptos, menos sinvergüenzas, menos violentos, menos tarados, que los otros, tribalistas de cemento, carnuzos de diseño, huertanos resilientes, aforados de palimpsestos palúdicos, si son bacterias de la misma secta, vituperios de la mismo paradoja, carrizos de la misma riera, sapos del mismo charco, lunáticos del mismo desfase, iluminados y cobardes de la misma cresta colorada? Estos que no saben viajar a Venecia o Berenice sin quedar como cariátides ojivales, anguilas legalistas, caballeros del truco, alarmistas incardinados de supremacismo hereditario. ¿De dónde les viene tanto sectarismo empastillado, tanta bucolismo bubónico, tanta pandémica pedestre, tanto chovinismo de corcho, tanta partenogénesis patógena, si son un pábilo de cera intrusa, una corte de aprovechados?
El crimen que nos acompaña – día 74
Era un ángel del cielo de los lagartos. Disparó a su padre y mató a su abuelo. La primavera llegó con virus malignos. Trató de esconderse de su suerte absurda. No halló consignas detrás de los setos. La prostitución pagaba sus sueños de artista. No podía soportar su propia ignorancia. Tenía un gato de porcelana triste. Solo se entendía con los perfiles huecos. Contestaba mal con discreta elocuencia. Tenía sus criterios y alimentaba a las ratas. Las devociones son propias de gentes iluminadas. Iluminadas o ilusas en los callejones sin salida. Con el tiempo, la materia viva formó una barrera de luces en la costa de la muerte. Por más que se buscó el cadáver del sueño nunca se encontró.