Dejar correr todo lo que obstruye. Que fluyan y se alejen las aguas depauperadas, las materias grasas, las sombras, sus indecisiones de lagarto movedizo, los fantasmas, sus reflejos de vanidad merovingia, las falsas mitologías, sus devociones de cera usada. Dejar correr lo que obstruye, las ideas machacadas de los plásticos de cuneta, las colillas de purpurina esquinada, los padres de la patria que se miran al espejo del ombligo, los líderes de barro, sus mensajes definidos por una mística de sacristán de la “new age”. Dejar correr todo, que todo se vaya y pierda su rastro de memoria usada por el sudor, que deje la playa limpia para otras pisadas, adiós, pálidas fauces del comercio que explota la hilatura, adiós, agujas venales, estadios de bruma, ruletas aleatorias, adiós, bargueños y melancolías, cerramientos y sedas negras, adiós, maderas sin consuelo, voces de garlopa, gentes hacinadas. Que el desagüe del tiempo os lleve, que os lleven sin desconsuelo los vientos de los desastres, que os arrastren por el suelo pantanoso de la historia de la malaria, que no volváis con los pies de barro y la bruma en la mirada. Adiós y hasta nunca, malestar infame, miseria doliente, crecido marasmo insuperable.
Mes: octubre 2020
Romance del silencio
odo el mundo te lo dice todo el mundo te lo da el silencio es un acento que se calla por no hablar que el peligro está en la boca como el agua está en el mar que ya te enseñan de niño que lo mejor es callar no vaya a ser que les digas por chiripa una verdad que les ponga muy nerviosos y les rompas el cristal del espejo en que se miran -pavorosa vanidad- del linaje que los nombra señores del capital dueños de muchos destinos, ejecutores del mal.
La ley del deseo – día 72
Si no despiertas el deseo de una mujer habla con los árboles. Ellos saben el secreto de la duración solidaria. Los hombres, encerrados en sus dilemas delirantes, no saben nada de la decadencia aunque la practican todos los días. Habla con los árboles, ellos saben de elevación, de dar luz y consuelo, de elegir el silencio en los momentos decisivos, de llegar hasta la copas airosas y brindar por la vida. El deseo de la mujer nos elige por encima de la herrumbre y nos salva de la misma muerte que vivimos todos los días. La de los grandes ojos sin defensa también será, consunción de placeres antes del adiós definitivo.
Aprender a vivir – día 71
Nunca se aprende a vivir. Uno se muere antes. No se aprende a vivir como se aprende enología o matemáticas, lecciones que se repiten en una cátedra. Algo que se recita y se vuelve a enseñar. Vivir es una asignatura pendiente siempre. Vivir es, permanentemente, la prueba de un instinto, un zafarse de la muerte, un aprender a morir. Y nunca se aprende lo suficiente, tantos sitios, tantos intentos, tanto lo improbable, tanta la paradoja, tanto lo inestable del sustento, tanto el azar, tanto lo indeterminado del frío, del calor, del afecto. Los otros orientan. Los maestros orientan. La experiencia, las circunstancias, la climatología, la herencia, orientan. La dirección la eliges tú y las piedras.
El mar – día 70
Desde fuera es magnético cuando brama, lírico cuando en calma. Desde dentro es posesivo cuando brama, durmiente cuando en calma. Los que no navegamos sólo entendemos el mar de los contemplativos, que a lo mejor no es ni mar, sino una postal en movimiento. Los que no pertenecemos al mar, los que somos hijos de la tierra seca y el olivo, vamos al mar del verano a poner nuestros pies devotamente -es decir, con miedo- en las aguas mansas del mar. El mar nos los besa como el perro de San Roque, franciscano y milagroso. Así es el mar cuando se abandona y se deja mecer por la brisa. Tiene la mansedumbre del tigre, el reposo del fuerte. Pero el mar tiene resortes imprevisibles, otro día nos hubiera tratado, -tigre desatado- con la intemperancia de un mal borracho y nos hubiera echado sus espumas a la cara. El mar es, inagotable, insobornable, indócil, de una fertilidad, de una inmensidad que nos apabulla, con esa combinación de placidez e iracundia que no hay dios que lo entienda. Tal vez porque él mismo es un dios que hace lo que quiere, lo que le da la gana, que para eso sirve ser un dios.
69 – día 69
El amor reversible fluyendo por la piel de un planeta cerrado. Las llaves los cerrojos en órbitas no existen ni límites ni intrusos. Medusas en el mar navegando sin muerte por las aguas del tiempo Elíptica sin fin dueña que nos aleja sin salirse del sitio. Ciencia de nácar sueño de sentir en el otro el amor de uno mismo.
Advocaciones Apócrifas nº 4 – día 68
San Platinero Volantín, vela por la cometa, Santa Brújula Nonata orienta a las prostitutas. San Coleóptero Verde ama tus deposiciones. Santa Piojosa de los Despojos, da de comer a los gatos. San Pútrido Perfecto, saca la basura por la noche. Santa Lerda Política, copia mil veces o más “este no es país para corruptos” San Capelo Calvo, inventa un crece-pelos instantáneo. Santa Joanna de Letrina, gracias por los desagües si atascos. San Yosolohablodeconomía, explícale el déficit fiscal a los deficitarios o a los fiscales. Santa Catalina de Cartagena, canta la memoria de tu belleza. San Devoto Público, cuélate en la escuela del suburbio. Santa Lutecia del Alumbrado, vuélvete a París y enciende las farolas. San Alfredutto de las Piscinas Comunitarias, báñate en las aguas del mar y nada.
La caza – día 67
El aristócrata sale a cazar y mata por matar. El campesino sale a cazar y mata para comer. El aristócrata caza mayor, jabalís, ciervos y tal. El campesino caza menor, conejos, tordos y tal. Las armas del aristócrata tiran con balas y apuntan con mira telescópica. Las armas del campesino tiran con perdigones y apuntan cerrando un ojo. Los aristócratas, los que sean, son pocos. Los campesinos, son el resto, los otros, muchos más. Ambos comparten la misma afición. El aristócrata caza por diversión. El campesino caza por necesidad. Esto es, resumidamente, una falsa verdad. A los dos les gusta matar al animal con su arma, con su mano, con su gatillo. Matar al animal les evita matar a su vecino.
Rimas – día 66
La amapola no vive sola. El alacrán divaga en el desván. El mosquito me tiene frito. Cuando Medea tiene una idea. Si me persigo viene el enemigo. El oro no era un tesoro. Con el sueño de las nubes, te subes, te subes. La cremallera sigue a la espera. La niña cretina era hermosa y divina. El alma no sabe, su suerte de nave. Dolor, última forma del amor. Se despierta tu misión cuando enfocas la visión. El aristócrata sale a cazar y mata por matar. Consejo pueril, ajo con perejil. La sombra protectora, seduce al sol y se demora. Bajo el ciprés, las lilas de tus pies. Bajo la rama, los aros de una dama. Tanto vales, lagarto de los canchales. En Las Batuecas, te invitan a pecar y pecas. El Can Cerbero, mordiendo tu sombrero. El perro en la oscuridad, no pierde tu amistad