Romance de la República Interior

 e bajado por la orilla
anaranjada del tiempo.

Las ramas que de los árboles
defienden brisas y cuervos,
las corsarias caracolas
que acogen el mar adentro,
las pequeñas maravillas
que defiende el yo del ego,
para que formes tu esencia,
tu persona con su verbo,
más allá de lo aparente,
más allá de ti y más lejos,
me acompañan con solvencia
por las venas que el silencio
va abriendo en las arboledas
anaranjadas del tiempo.

Toda la virtud es poca
para entrar por los senderos
que cercan los mil demonios
del bosque de los deseos;
salud y valor te exigen
para entrar en los aciertos
del cristal que nos revela
el coral del indefenso,
la íntima sangre que pulsa
el corazón del secreto,
allí donde la palabra
dicta su labor y el sueño
anticipa que la vida
es siempre descubrimiento.

Fortaleza y resistencia
para parar al ejército
que busca la confusión
con el barullo del miedo;
que nadie pierda de vista
que todo viene del cuerpo,
el valor y la salud
y el alma que vive dentro,
las verdades que cultivan
las joyas del intelecto,
un invisible tesoro
del que somos manifiesto,
soldados de su república
ministros de su gobierno.  

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