Dijo el talmúdico rabino de la buena suerte: Que tu alegría sea tan versátil como las golondrinas cazando insectos. Los insobornables puritanos actúan como una piedra sobre el caparazón de una tortuga, añadiendo peso a los apesadumbrados. Veloz por la avenida nocturna de vuelta a casa después de una juerga, se agradece el silencio y la soledad, esas fórmulas de olvidar la vergüenza. El hombre no debería apuntalar a su fantasma. Ni gemir en medio de una noche de tormenta. Ni dolerse ante la audiencia de la sensibilidad. Ni in-sustanciarse para parecer humilde. Ser humilde no es humillarse.