Del agua del mar se han dicho cinco cosas: Que cura las heridas de los cuchillos oxidados; Que desprende las costras que provoca el sol en la cabeza de sus adoradores; Que refleja el espejo de la luna en el rostro de los adolescentes acongojados; Que disgusta a las caballerías sedientas del desierto: Que arde en el suspiro de los barcos que huyen del horizonte común a la aventura personal. Algunos también añaden que corroe las construcciones de la avidez, de los especuladores de las pasiones ajenas.