Un país se reconoce por sus topónimos, por sus referencias de geografía local: Río Seco Cerro Húmedo El Ventisquero El Castillo del Moro El Puente del Diablo La Cañada del Crimen La Casa de la Bomba La Charca Chica La Cueva del Oso El Mirador del Campo El Salto del Ángel El Árbol del Ahorcado La Colina del Lobo La Loma del Juglar El Palomar La Pajarera El Rincón del Santo La Venta de la Perdiz El Nevero La Curva del Congrio El Camino de la Ermita El Chaparral El Bosque Encantado La Fuente de Hierro El Santuario de la Herradura La Cuesta de Barrabás La Ciénaga del Ciervo El Paso del Asno Puerto Urraco El Molino Viejo El Farallón del Rostro La Orilla del Fresno L’Ermita de Mitja Costa La Roca del Call… Sabremos que hemos cambiado de país, cuando estas palabras no despierten ningún eco, no signifiquen nada, nos suenen a un galimatías de vergüenzas pueblerinas. El país puede ser tan pequeño como tu pueblo o tu comarca. Los hay del tamaño de una habitación adolescente. Pero puede que llegue hasta el norte de Irlanda o la desconocida Albania.