Poemas Policíacos 6 – día 240

  El nicho de la eternidad
  
 Nos llamaron para levantar un cadáver
 que un cazador encontró en una maleza
 arbórea en medio de los Monegros.
 Una curiosa mancha verde ferruginoso 
 rodeada de arena blanca, como una isla.
 Se identificó al muerto: un lugareño 
 sin antecedentes, muerto por una brecha
 en la cabeza. Un desaparecido desde
 hacía una semana del pueblo de V.
 sito a veinte kilómetros de allí.
  
 En los trabajos de rescate se encontraron
 un auténtico arsenal macabro de huesos
 y armas oxidadas de todas clases:
 una pistola Walman calibre 7,65
       fabricación española, de los años 30,
 una Charola Anitua semiautomática, una Glisenti
 italiana, utilizada por las tropas de CTV, varios
 revólveres desvencijados, 6 obuses de 75 mm,
 en una caja abierta, aún sin explosionar,
 fusiles Mauser M93, tirados como a la carrera,
 “mexicanskis”, Paraviccini-Carcano, todo
 de la última guerra civil. Cuchillos, machetes, 
 granadas, bombas, hachas, azadas, rastrillos…
 Armas de los dos bandos medio enterradas, 
 cubiertas por una vegetación rala.
 Huesos aguantando el perfil de sus propietarios abatidos.
 Cráneos  con sempervivum pegadas como lapas,
 cuencas con polígolas, sutiles ramondas o sexifragas
 abiertas como alcachofas. Occipitales florecidos,
 tibias armónicas como flautas prehistóricas.
 Helechos y musgos ramificados, fotocopias del cerebelo.
 Un sustrato de materia orgánica. 
 Fascistas y antifascistas alimentando
 la flora y la fauna de Aragón. 
  
 Bajo toda aquella tierra quemada por el sol,
 los especialistas encontraron más cosas diseminadas:
 Relicarios, exvotos de bolsillo, cruces de madera,
 medallas religiosas, militares, conmemorativas,
 urnas, estelas funerarias, porta velas romanos, 
 vasijas de ungüentos, de barro cocido, aspilleras, 
 ropa raída, gramíneas, huellas de incienso…
 todo en aquellos treinta metros cuadrado 
 de matorrales cercados por los vientos de la historia, 
       vientos que habían llevado hasta allí
 la memoria perdida de las desapariciones.
 Un oscuro y aislado santuario dedicado a la muerte.
 La muerte anónima que huye de la solemnidad.
  
 Así como los vivos tenemos inclinación a juntarnos,
 desde los pequeños pueblos a las grandes urbes,
 así los muertos tiene la misma tendencia a pasar
       el desgaste de la eternidad juntos y hasta revueltos.
 La eternidad, intuimos, debe ser un tiempo muy largo,
       y un lugar estrecho y muy frío.
  
    

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