La elección en medio de los torbellinos, los afanes, las tribulaciones del bosque, los brillos y las joyas del mundo, los carros del óxido y la humedad de los azules retratos, apuntan a la vida del amor más que los simulacros del prisma circular. Elegir en la vorágine, el delirio del intrépido desastre, las colonias de insectos en el vórtice del mal, los cítricos en el alma de los consejos, las alondras perdiendo su límite de bóveda celeste en las agitaciones del mar que claman del amor su servidumbre de entrega y festín inmortal. La elección que nombra la sombra del árbol, su fronda de cadáveres acumulados en el hielo, su arborescencia en los sustratos del helecho, su cincha de cálido sepulcro, su rótula que gira en la dimensión interminable del prodigio, su retorno por las veredas de la música y la lluvia. El amor elige su presagio de muerte, el corazón en el que deposita su semilla y su huracán, su escorpión y su dolor de frío en la médula, su paciente desencanto, su criba centinela, la duna donde copia sus caricias de misterio, la casa de penumbra donde esconde su fortuna.