
ORACIÓN VIII
Querido Dios que estás en mi corazón:
no me perdones ni una,
deja que sea yo quien me perdone,
pero tú,
mantente alerta con mis faltas
y no me perdones ni una.
Deja que me beba
todo el verdín de mis pecados
para que me envenene
o viva para siempre
amando
el perfil de mi superación,
la pasión de tu demencia.