Los rostros del mundo (348) Epigrama 38

EPIGRAMA 38

Dime como hablas y te diré cómo eres.

No hay idioma que no contenga 
un estupendo vocabulario de tacos,
desde los más finolis, “cagalindo”
hasta los más bestias, “comevómitos”
pasando por un clásico, “hijodeputa”
o “cabrón” que denotan por dónde
se enfila el desprestigio del insulto.
Aunque, en algunos contextos, 
      con según que tono de voz,
estos insultos se convierten en elogios.

Como bien sabes, Juanitus,  el vocabulario
de los insultos en español, tan rico
en palabras de desprecio, es propio
de una gente soez, tosca y resentida.
Sólo cambiando el carácter de la gente
cambiarían los insultos.
O al revés, ¿cambiando el tono de los insultos
podría cambiar el carácter de la gente?

He aquí una labor social de primera importancia:
Poner tacos en la vida del hablante
      que lo eleven de la ordinariez sin perder
un gramo de personalidad.

Convendría usar otros nuevos
que no sean ni pusilánimes ni degradantes.

¡Vaya un perrigato que estás hecho!
¡Vete a dormir dromedarios!
¡Domina a quien te domina, malpaso!
¡Dónde vas, liante de lianas!
¡Eres más tonto que un adjunto de difunto!

No sé, Juanitus, tal vez sea una tontada.
Era una idea. 
En fín. 
Una idea de bombero.
Una idea de cabeza sin sombrero.

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